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viernes, 14 de septiembre de 2007

El gravamen a la gasolina


Con la aprobación del impuesto a la gasolina de 5.5% se abre una nueva etapa en los gravámenes cuyo destino son las arcas de los estados. Creo que después de llegar a este 5.5% dentro de 18 meses, habrá otros aumentos, quién sabe cuándo, tal vez hasta el siguiente sexenio, tal vez a fines de este. Ante el calentamiento global, ante la falta de recursos para impulsar el transporte, ante el crecimiento constante del parque vehicular, ante los problemas de contaminación, y aún ante la demanda social de eliminar el impuesto a la tenencia vehicular, el impuesto a la gasolina puede ser una salida bastante equilibrada. El impuesto a la gasolina castiga el uso, no la tenencia, y eso lo hace más justo. Yo puedo tener 10 autos y no pagar impuesto si no los uso, pero puedo tener uno y pagar mucho más de impuesto. Claro, el 5.5% no alcanza a igualar la recaudación de la tenencia. Se acerca pero no la iguala, así que no me parecería extraño que dentro de unos años se elimine la tenencia pero el impuesto a la gasolina y el diesel suba a 10, 12 o hasta 15% en compensación. En la medida en que los estados, y sobre todo las grandes ciudades, inviertan en transporte público, nos encontraremos con más facilidades para sustituir el uso del automóvil por el transporte colectivo, de tal suerte que exista una alternativa para el pago de este impuesto. Es decir, por extraño que parezca, si el transporte público es eficiente, como automovilista tengo la alternativa de no usar el auto y viajar por transporte público para no pagar el impuesto a la gasolina. Es como la opción de tomar una carretera libre y una autopista de cuota. Finalmente algo pago (el diesel del autobús), pero queda muy diluido en la tarifa, mientras que si no existen alternativas, como hoy ocurre prácticamente en todo el país, ante la falta de sistemas de transporte urbano de calidad, estoy forzado a pagar este impuesto si tengo auto. En la mayoría de las rutas el transporte colectivo es de tan mala calidad que los automovilistas no consideran como alternativa el dejar de usar su coche para viajar en transporte público. Sólo pocas líneas de movilidad urbana permiten que el transporte colectivo juegue como una alternativa.

Los impactos en el bolsillo, se supone, son inferiores a lo que parece. Suena terrible subir la gasolina, pero en realidad su impacto se diluye. Pensemos un auto que se mueve 20,000 kilómetros al año a un costo de 1 peso por kilómetro (lo cual puede ser más o menos el promedio). El impuesto a la gasolina implicará 1100 pesos más al año, que divididos en las 52 semanas implicará menos de 22 pesos. Los más pobres no pagarán este gravamen y su impacto inflacionario se amortiguará con la instrumentación paulatina.

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