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jueves, 28 de octubre de 2010

Viajar en el tiempo del transporte

Por José Alberto Márquez Salazar
Colaborador invitado

Subir en un Centro de Transferencia Modal para recorrer la Ciudad de México en el “Metro”, acaso en media o una hora, pongamos de oriente a occidente o de norte a sur, implica un pago menor que algunos consideran “caro” además de ciertas incomodidades que en estos días hacemos relevantes, pero que en nada se comparan a las condiciones de hace cincuenta o cien años. Tener un transporte mejor cada día ha sido y es un interés constante para quien vive en las grandes ciudades.

La ciudad siempre es criticada y odiada, amada y rechazada. Sea el gobierno que sea, temas como la basura, la seguridad pública o el tráfico y transporte, están presentes. El Fistol del diablo, escrita por Manuel Payno, es una de las novelas más importantes del siglo XIX mexicano. Su recreación tiene como marco los años previos a la invasión norteamericana de 1847 y cambió el uso y perfil de los personajes mexicanos de novela: sus historias eran más determinadas por el interés y la búsqueda de seguridades. Publicada entre 1845 y 1846 en la Revista Científica y Literaria, la novela también nos da pistas sobre la historia de nuestra ciudad.

El Callejón de Dolores, ubicado a unas cuadras de la Alameda Central, tuvo durante parte del siglo XIX la responsabilidad de albergar al despacho general de diligencias, en especial las que salían para Puebla y Veracruz. Escribió sobre el transporte Manuel Payno:

“Aunque México ha querido tomar hace años un lugar entre las naciones civilizadas, le falta mucho de lo que constituye la civilización y el progreso; entre otras cosas los medios de comunicación, pues los caminos son detestables, bien que la naturaleza no se presta muy fácilmente, pues siendo todo el país montañoso y desigual, y estando construidas las ciudades sobre la alta cordillera, los caminos de fierro y los canales son mucho más difíciles de hacerse que en cualquier otro país.

“Con todo, hace algunos años que los únicos medios de comunicación eran unos voluminosos y pesados coches, tirados por ocho o diez mulas, que caminaban con la lentitud de una tortuga, mientras que hoy, en cuatro o cinco días se camina en las diligencias una distancia igual a la que en los tiempos de feliz recordación del sistema colonial, se travesaba con mil trabajos en veinte o veinticinco días.”

Y para apuntalar los dichos, Enrique Fernández Ledesma, escritor mexicano olvidado, elaboró un breve ensayo donde describía las vicisitudes del transporte: “Nuestros bisabuelos y sus viajes en diligencias”. Fernández Ledesma, poblano de nacimiento, director de la Biblioteca Nacional, amigo de Ramón López Velarde y de Saturnino Herrán, escribió dos fabulosos volúmenes: Viajes al siglo XIX e Historia Crítica de la tipografía de la Ciudad de México, entre otros.

En el ensayo de las diligencias afirma:

“Los padres de nuestros padres escribían este capítulo con gran emoción. Lo escribían evocando las escenas inolvidables del viaje. Porque cada viaje en diligencia era una aventura palpitante, sombría, temerosa, llena de sobresaltos y henchida de peligros. Tan grave era la empresa que, aparte de sacrificarlo todo, se dejaba en ella, a menudo, la vida.”

Si en nuestro siglo, un viaje por el Metro implica el cansancio, la búsqueda del amor, el erotismo juvenil, en el XIX, el vehículo y el viaje representaban algo más. Escribió Fernández:

“Ya fuera de México, la diligencia representaba el hogar nuevo, solidario y sentimental, que se paseaba por el campo. En la prolongada seria de banquetas en que estaba dividido el patriarcal carruaje se instalaban los pasajeros y un mundo disímil compartía los azares del viaje. Militares de los tiempos de Victoria; caballeros con esposa timorata e hijas lindísimas; frailes y canónigos, comerciantes y banqueros, agricultores y jóvenes de casas ricas que se dirigían a sus haciendas, o bien que tentaban la aventura por ilustrar, con lo imprevisto, el ocio ciudadano.”

Además, retoma el recuerdo del Callejón de Dolores:

“Los dos servicios de esos caudalosos carruajes que se hacían en el México de la época disponíanse en la Administración de la Empresa o sea en la Casa de Diligencias, local ubicado en el primitivo callejón de Dolores, hoy nacimiento de la Avenida Independencia”.

En punto de las cuatro de la tarde con un estrepitoso rodar partían hacía sus destinos: tomando por la calle del Coliseo Viejo hasta la garita de Bucareli, la de Puebla; la que partía a Veracruz abordaba el mismo Coliseo Viejo y luego al este para salir, a través de la calle de moneda a la garita de San Lázaro.

El viaje era duro, peligroso:

“Los pesados vehículos partían al trote vivo de sus siete mulas. Temblaban los muelles del carruaje; los bultos, mal asegurados en las tablillas, covachas y techos, venían por tierra al arrancar el fogosos tiro… Entre algazaras, bromas y donaires se reafirmaba el equipaje. Y entonces la diligencia partía con una velocidad de correo, seguida por ladridos de perros vagabundos y por los arrapiezos del arroyo.”

Pese a los siglos, a los cambios, el viaje sigue siendo una aventura. Mauricio Magdaleno, a quien debemos algunos guiones de enormes películas mexicanas, afirmó categórico: “En México, como en la India y en China –por más de un concepto tan semejante a nuestra vieja tierra-, sólo hay dos extremos para vivir y, ya que viene el caso, para viajar: el de la ostentosa y hasta indolente comodidad de quienes todo lo tienen y el de la deprimente miseria de quienes no tienen nada. Los viajes de un político encumbrado o un simple magnate suelen revertir magnificencias dignas de un maharajá. El pueblo, en cambio, viaja en condiciones de una también aparatosa humillación”.

Magdaleno no tenía mucha consideración en los mexicanos que él conocí. Hoy, seguramente una mayoría son muy diferentes. Escribió Magdaleno:

“El mexicano no sabe viajar y si monta, en las pardas estaciones de árboles fantasmales e invariable y renegrido tinaco de agua, en el vagón de segunda, ni es por su gusto ni va muy lejos. Viaja el norteamericano, y estupendamente, sin sufrir el más leve menoscabo ni en sus costumbres ni en su noción de la vida; el mexicano peregrina como un romero. Por eso el viaje en segunda tiene tanto de romería, de patética fatalidad religiosa”.

Pensándolo bien, Magdaleno sigue con razón, hay que ver el Metro, el transporte colectivo en general, para redescubrir esa falta de conocimiento para el viajar. Pero, el desconocimiento no era nuestro principal problema para viajar. Manuel Rivera Cambas describió:

“La facilidad de las comunicaciones, considerada siempre como primer elemento de la vida de los pueblos, se dificultó mucho entre nosotros y si el tráfico fue difícil aun en los alrededores de la capital, qué pasaría en los caminos distantes del control y aun cuando la vía fuera practicable, los vehículos y la manera de transportarse eran incómodos; la falta de caminos ha tenido nuestros giros desfallecidos, las producciones y el comercio aislados en determinadas zonas.”

El panorama era desolador y siniestro. Hoy, la gente se queja. La ciudad ha crecido y los ríos se han ocultado bajo las avenidas con transporte veloz. Necesitamos mejor transporte, público, no contaminante. Ayer rebajábamos a un pueblo llamándolo “bicicletero”; hoy, la ciudad puede serlo. Hoy, el viaje al pasado se hace en transporte del presente.

lunes, 25 de octubre de 2010

Impactar socialmente y no sólo en movilidad

Mi pensamiento respecto a las políticas del transporte ha venido evolucionando en los más de 15 años que llevo participando en el tema. En términos generales siempre he coincidido en la necesidad de encarecer y complicar el uso del automóvil, y en facilitar el acceso al transporte público y ampliar su oferta, lo que implica una forma de abaratamiento en su uso. Sin embargo, la gran diferencia que ha habido en mi opinión al respecto es en el cómo lograrlo.

Hace tiempo mi mayor simpatía era por los sistemas férreos. De hecho me siguen gustando y creo que la Ciudad de México debe terminar, en unas décadas, con una red de sistemas férreos que duplique la existente. Sin embargo, estoy convencido de que en la presente década primero debemos lograr cobertura de los sistemas de transporte, en la siguiente década ampliar la capacidad para mejorar las condiciones en las que se realizan los viajes, y finalmente asegurar la redundancia, la velocidad y la comodidad hacia la década de los 30. Esto implica que en lo que resta de la década las inversiones en sistemas férreos sean mínimas, en la siguiente comiencen a crecer y finalmente en los treinta toda la inversión se dé en ellos.

Estoy cada vez más convencido de la multimodalidad, es decir, que los sistemas deben ser tales que aseguren a sus usuarios el cambio rápido y cómodo entre un modo de transporte y otro.

Uno de los aprendizajes más relevantes es sobre el impacto social y urbano de las obras. El tren suburbano de la Ciudad de México es un ejemplo de todo lo que no debe hacerse con la infraestructura. En aras de generar una oferta de alta velocidad se omitieron todos los impactos urbanos y sociales. Las estaciones son cajas para zapato desvinculadas de las colonias aledañas. Los centros comerciales que le construyeron están vacíos. Los cruces de las vías son incómodos igual que los accesos a las estaciones que nunca consideraron el acceso peatonal.

Yo todavía sigo oyendo de ignorantes que proponen el monorriel como solución para todo, pensando que un monorriel es un sistema moderno de transporte (y no lo es). Lo que necesitamos es un sistema integrador que genere la mayor cantidad de empleos, que realice las inversiones más eficientes, que estimule la producción y la tecnología nacionales, y que reemplace partes importadas de grandes empresas por refacciones hechas por pequeños productores nacionales, así como involucre en su operación a trabajadores que se conviertan en copropietarios. Esto es, los trenes urbanos por lo general no incorporan a los prestadores del servicio de transporte sino que compiten con ellos. El Metrobús y en general los sistemas BRT se llevan a cabo integrando a los actuales actores económicos. Entonces la transformación no sólo es de movilidad, sino también social. El nuevo servicio nace blindado, de otra manera un nuevo servicio puede llegar a contribuir al deterioro social, como lo demuestran muchas experiencias del metro: ambulantaje, inseguridad, minusvalía, basura, etc.

El desarrollo del BRT va de la mano de una palabra difícil: criterio. Las decisiones correctas producen círculos virtuosos. Las decisiones incorrectas causan muertos y resistencia. Para el desarrollo de la línea 2 del Metrobús, muchos recomendaron a los instrumentadores que el carril de servicio (el carril que más al norte), no llevara el mismo sentido que el Eje 4 Sur, sino que corriera de Oriente a Poniente, por seguridad vial. La necedad de la autoridad impuso un carril de Poniente a Oriente en el que hubo muchos accidentes. En la línea 3 del Metrobús habrá el mismo tipo de carril, y esta vez sí irá en contrasentido. ¿Cómo ir tomando decisiones cada vez más precisas y correctas en los próximos proyectos?

Creo que los promotores de una transformación de la movilidad en las grandes ciudades no sólo debemos convencer de lo que hay que hacer, sino de generar capacidades para que sea la sociedad la que tome las decisiones correctas en todos los rincones y no que los proyectos vayan avanzando de uno en uno. Ese es el reto.

jueves, 21 de octubre de 2010

El discurso político.

Por José Alberto Márquez Salazar
Colaborador invitado

El 25 de febrero de 1949, Manuel Gómez Morín, presidente del Partido Acción Nacional, pronunció uno de los más brillantes discursos en la oratoria nacional. A partir de una estructura coherente definió las principales críticas al gobierno de Miguel Alemán Valdés (del Partido Revolucionario Institucional) y las propuestas para conformar la plataforma política de su partido.

A partir de tres ejes: el estado de la economía nacional, la actitud de la administración y la posición de la opinión pública, Gómez Morín advirtió la necesidad de tener “un verdadero programa nacional de gobierno” y observó que en el último informe presentado por el gobierno federal, éste había considerado el planteamiento. Sin embargo, la continuidad de las políticas económicas desvalorizó la moneda y elevó el “costo de la vida”. Amén de señalar la deficiente política de la “cortina contras las importaciones”, criticó el “dirigismo primario” de elevar impuestos y regresarlo a la circulación sin plan.

Tras analizar la situación económica y recordar que los diputados de Acción Nacional habían presentado iniciativas para reformar el Banco de México; evitar acciones como la promoción del estatismo y “extremar la trascendencia de la inflación”; sujetar las empresas de participación estatal a los principios de la acción económica del estado y a la rendición de cuentas (¡!); y cambiar y hacer fácil el impuesto de exportación, Gómez Morín informó que las propuestas “fueron desechadas con corazón ligero” y describió otras iniciativas presentadas por los legisladores en materia de reforma electoral, libre tránsito por las carreteras nacionales, administración de ferrocarriles, ley del trabajo, etcétera.

Era evidente que tres diputados de Acción Nacional (Miguel Ramírez Munguía, Antonio I. Rodríguez y Juan Gutiérrez Lascuráin), no podían modificar el voto de la mayoría del Partido Revolucionario Institucional y mucho menos cuando la discusión era casi desierta.

Esa misma legislatura, al XL de la Cámara de Diputados, vio cómo se rechazó la propuesta de Acción Nacional para modificar el artículo 115 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicano para hacer posible la vida del Municipio Libre. Por ejemplo, el 23 de diciembre de 1946, Gutiérrez Lascuraín apoyando la propuesta del Ejecutivo Federal para que la mujer votara y fuera votada para las elecciones de Presidencias Municipales, buscó extender aún más la reforma y argumentó: “El municipio puede ser o bien la fuente más grande de prosperidad de la patria, o puede ser, si está mal regido, mal administrado, mal gobernado, la fuente más grande de desgracias y de esclavitud para el pueblo de México. Pero tiene otro aspecto en que, como ya se dijo aquí, entra de lleno la mujer en la vida municipal. Podemos considerar que el municipio es la prolongación del hogar. El municipio no es otra cosa que la casa grande, porque el municipio lo constituyen las calles, las plazas, las escuelas, los mercados y los jardines; el municipio está constituido por los lugares de trabajo; el municipio está constituido por las cunas y los sepulcros, el municipio está constituido por una tradición que se viene remontando desde hace muchos años, desde hace muchos siglos, que nos va ligando con nuestros antepasados a través de una tradición, a través de un ideal, a través de un amor. En el municipio están enterrados nuestros muertos; en el municipio están aquellos que nos dieron a nosotros la vida y que nos ligan con el pasado, pero que al mismo tiempo a través de nosotros nos ligan con el futuro en las cunas que hayamos también en el municipio; y allí es donde la mujer recobra su estatura gigantesca como la fuente de la vida, como el lazo de unión que nos liga a los que fueron, a nuestras madres, a nuestras abuelas y que nos dan también a nuestros hijos y a nuestros nietos, que ser n parte de nuestros propios espíritus y se nuestros cuerpos.”

En el discurso de relación, Manuel Gómez Morín afirmó: “En los últimos veinte años, sobre todo, de predominio de un régimen que repite verbalmente las palabras sagradas que expresan el más justo y puro anhelo popular y se fatiga de hablar de democracia y de representación y de mejoramiento y de la necesidad de acercarse al pueblo, cuando la realidad muestra solamente el crecimiento de la angustia y de las dificultades de vivir, la ratificación del monopolio oficial de falsificación y degradación, esa desconfianza defensiva se ha acentuado; pero sin empañar, y al contrario entendiendo cada vez más el afán ciudadano de verdad”.

El Partido Acción Nacional cumplía diez años de su creación. Su líder observó: “Un partido, la mayoría ciudadana que él representa genuinamente, tiene el derecho de llevar sus programas y sus hombres al gobierno, pero ese mismo gobierno, en el momento de llegar a serlo, deja de ser el partido para ser la representación de la Nación y no tiene derecho de utilizar los recursos del Poder que son de la, para el sostenimiento del Partido, ni tiene el derecho de utilizar la estructura jurídica y administrativa nacionales para coaccionar voluntades en pro del partido, para perseguir y hostilizar adversarios, ni por supuesto y muchísimo menos, para encubrir delitos y garantizar impunidades.”

El pasado miércoles 6 de octubre, el periódico La Razón publicó la entrevista que Pablo Hiriart, su director, hizo al presidente Felipe Calderón. Entre una de las preguntas formuladas se encuentra esta:

“PH: Faltan más de dos años de administración y se necesitan reformas que ha planteado como indispensables. Éstas sólo se pueden hacer con la concurrencia del PRI, pero su partido ha buscado la alianza con el PRD. Y a usted se le ve, en la percepción pública, como un impulsor de esas alianzas. ¿No hay ahí una contradicción entre el interés de Estado y el interés de partido?

“FCH: Hay un problema de fondo. Nuestro sistema político no genera los incentivos institucionales suficientes para articular alianzas legislativas y alianzas electorales consistentes. Hay un problema real que tiene el Gobierno de la República en la necesidad de llegar a acuerdos e impulsar reformas legislativas con la mayoría legislativa, que en este caso la tiene el PRI, pero, a la vez, hay también un incentivo estrictamente electoral, que corresponde, en este caso, al PAN y a otros partidos, que se presentan electoralmente como principales competidores del PRI.

“Ésa es una disyuntiva que deriva de nuestro propio sistema político, y que valdría la pena corregir. Habría que buscar mecanismos que permitan integrar programas de gobierno y legislativos completos, con compromisos integrales entre partidos, y entre partidos y gobierno, lo cual en este momento no tiene ningún incentivo institucional en México.

“Independientemente de que no me considero impulsor de las alianzas, sí entiendo que (en éstas) hay un impulso que deriva de la propia polarización electoral que rodea generalmente a los procesos electorales en el país y particularmente a los de carácter local, como los que vimos el año pasado o éste.”

El día de ayer, miércoles 20, se inscribieron dos de los principales candidatos a dirigir al Partido Acción Nacional (2010-2013) y que, seguramente, tendrán en sus manos la batuta del proceso electoral del 2012, luego de triunfar este 4 de diciembre.

Gustavo Madero Muñoz llamó a “construir una gran alianza entre todos los militantes en la que se dejen fuera las naturales diferencias y perspectivas de grupo” y se comprometió a reivindicar la gran herencia ideológica del partido. En tanto, Cecilia Romero, afirmó que el partido necesita orden y generosidad y advirtió que el comportamiento de los panistas debe ser apegado a los principios. Agregó también que: "en ocasiones en el PAN nos hemos perdido el respeto, los militantes no eligen a sus candidatos, los candidatos no se deben a los militantes y a veces ni a su partido, los dirigentes no responden a los ideales, los gobernantes emanados del PAN no respetan a los dirigentes ni a los militantes y también hay quien confunde el quehacer público con el quehacer partidista". (www.eluniversal.com.mx).

Líneas antes de finalizar su discurso, en 1949, Manuel Gómez Morin afirmó: “Hay instituciones jurídicas fundamentales. Necesitamos nosotros, los ciudadanos, rescatarlas, darles vida con nuestra propia vida, llenarlas nuevamente de alma, separar a los que las tienen expropiadas y vacías recordando que no las tienen así por su propia fuerza, sino porque antes nosotros mismos las dejamos sin contenido.”

Discursos diferentes, extraños, cándidos y contradictorios los que se reseñan. Así va el PAN rumbo al 2012.

marquezdoyle@yahoo.com.mx
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lunes, 18 de octubre de 2010

Una ciudad sin banquetas


Una de las grandes sorpresas que uno puede encontrar en Japón es la falta de banquetas. Parecería que el dinero no alcanzó para construirlas y por ello las omitieron. ¿Para qué sirven las banquetas? Con el paso del tiempo hemos perdido la claridad en el uso de las banquetas. De los años en los que las banquetas eran amplias éstas daban cabida más que a las instalaciones de servicios (postes, cajas de teléfono, registros de luz y registros de otros ductos), árboles y generaban un diferencial de altura en donde la gente podía pasear y ser resguardado del movimiento vehicular.

En el caso de Japón, las banquetas se conservan en las avenidas, pero es muy notorio que en las calles interiores de las colonias normalmente está prohibido estacionarse, el espacio peatonal está delimitado por una raya blanca y el automóvil tiene límites máximos de velocidad de 20 o 30 kilómetros por hora. Obvio no hay topes. En el espacio delimitado con blanco está el mobiliario urbano y el espacio para el peatón. El diseño de la calle fuerza al conductor a bajar la velocidad y eso da seguridad a todos.

¿Sería deseable hacer lo mismo en México? ¿Sería posible? En general las calles de México son anchas. Es muy común encontrar calles secundarias con secciones de 20 metros inclyendo banquetas. Sin embargo hemos dado todo el ancho a la vialidad y entonces tenemos 15 metros dedicados a vialidad y 5 o menos a banqueta. En otras ocasiones, con secciones menores, damos igualmente tres carriles anchos a la vialidad, dos para estacionamiento y uno para circulación, y luego banquetas angostas. Casos extremos como Iztapalapa, donde muy pocas banquetas son caminables, la gente va sobre el arroyo vehicular caminando y compartiendo el espacio con el automóvil, de esta manera una banqueta angosta de menos de un metro recibe el mobiliario urbano y no da cabida a las personas, luego viene el espacio protegido por el automóvil y desprotegido para el peatón. Como compensación la sociedad ha encontrado que los topes dan seguridad, así sea generando más ruido, molestias, contaminación y desgaste de los vehículos. A fin de cuentas cuando la gente camina debajo de la banqueta, ya sea para sentirse más seguros (frente a posibles asaltos) o para poder sortear los obstáculos de las banquetas, quedan mucho más vulnerables cuando no se ha informado a la sociedad que ese es el modelo de movilidad peatonal que domina.

Sería deseable, pero sumamente caro, ampliar banquetas por toda la ciudad y en general en todas las ciudades del país: castigar al automóvil, suprimir espacios de estacionamiento o angostar carriles para reducir velocidad en la red secundaria. En muchos casos es claro que bastaría con pintar con muy buena calidad, una raya blanca que delimitara el espacio del peatón y señalizar velocidades máximas de 20 ó 30 kilómetros por hora.

El esfuerzo en cuanto a la velocidad no debería ser en las vías de acceso controlado como el Periférico, sino en la red secundaria. Un vehículo a 140 km/h en Periférico puede ser muy peligroso, es cierto, pero un vehículo a 60 km/h en una calle menor también lo es, y combatir el exceso de velocidad en la red secundaria haría mucho más tranquilas nuestras colonias, combatir el uso del claxon, procurar que las intervenciones sean calmadas, que los automovilistas cedan el paso, que el peatón y el ciclista dominen el panorama al interior de las colonias tendrá resultados positivos. Eso daría pie a un cambio de paradigma en muchas calles, buscando soluciones específicas: ampliar el espacio del peatón, delimitar los lugares de estacionamiento, evitar el estacionamiento en las cocheras, evitar el estacionamiento en zonas peatonales, etcétera.

Una solución como la japonesa, además, podría aplicarse en los pueblos que ha absorbido la ciudad: en Tepepan, en Coyoacan, en muchos otros. En algunos casos podría delimitarse el espacio de la bicicleta, en otros compartirse con el auto (finalmente la bicicleta a 20 km/h y el auto a 30 no hacen mucha diferencia), en otros más (siempre que no haya saturación de peatones) con el peatón.

jueves, 14 de octubre de 2010

Resultados electorales y políticos de las alianzas

Por José Alberto Márquez Salazar

El artículo 36 del Código Federal de Instituciones Políticas y Procedimientos Electorales (Cofipe), señala que los partidos políticos tienen derecho de formar coaliciones para elecciones federales como locales y a formar Frentes no electorales o fusionarse con otros partidos. Curiosamente el artículo 93 señala que los Frentes tienen como fines alcanzar “objetivos políticos y sociales compartidos de índole no electoral, mediante acciones y estrategias específicas y comunes.” Esto obliga, a que los partidos suscriban un convenio, se deduce, que éstos y algunos otros puntos. Uno de los Frentes más exitoso que hemos conocido es el que impulsó a Andrés Manuel López Obrador en su candidatura a la presidencia de la República. No era una simple alianza electoral, era un Frente que, seguramente de haber ganado, hubieran establecido un gobierno donde los intereses de los integrados se expresara. Era evidente que al componerlo partidos con una tendencia política más de “izquierda” estaría a favor de políticas más cercanas a los sectores menos favorecidos económicamente hablando. Esto no significa que lo hubieran logrado, hacerlo o no sería (o es) su reto.

En los últimos meses los partidos políticos y una buena parte de los medios de comunicación han establecido un gran debate en torno a las alianzas políticas, especialmente sobre las que tienen que ver los partidos Acción Nacional y de la Revolución Democrática. De hecho, desde el inicio del año, el affaire Nava-Paredes-Gómez Mont tuvo que ver con ello. Más o menos la negociación entre Segob y el PRI era el apoyo de éste para la aprobación del paquete fiscal a cambio de que el PAN no formulara alianzas con el PRD.

Desde un punto estratégico, el inicio del gobierno de Felipe Calderón (diciembre de 2006) tuvo un escenario donde la alianza PAN-PRI se fortalecería para disminuir la presencia y fuerzas del Frente que impulsó a AMLO. Los primeros dos años y medio de colaboración, más la anunciada guerra (eso era) entre los polos radical y moderado del Frente y del PRD, lograron que la estabilidad se consiguiera. Una estabilidad que el gobierno federal no supo consolidar con reformas de fondo para modificar la situación del país. Pero así como era evidente la alianza PAN-PRI, era normal que a las vísperas de los escenarios del 2012, ésta se rompería y cada quien empezaría a sembrara y consolidar apoyos.

Este miércoles, el presidente del CEN del PRD, Jesús Ortega afirmó que el 2012 los disputarán el PRI y la izquierda y descartó la alianza con el PAN. Su declaración evidencia la deficiente apreciación sobre los resultados electorales y políticos que “la izquierda” obtuvo durante este año.

Primero, el PRD, por sí mismo no ha ganado una sola elección; segundo, los candidatos que ganaron estados como Oaxaca, Sinaloa y Puebla, por ejemplo, tienen un pasado que los liga con grupos del PRI; tercero, perdieron estado que ellos gobernaban y que son “simbólicos”; no hay una acuerdo claro sobre la forma en qué se gobernara la entidad; cuarto, al interior de su partido la división se amplió; quinto, gobernar en coalición no significa tener todo el poder y todas las decisiones; sexta, son el partido con menos posibilidades de ganar la presidencia de la República.

Estos pequeños apuntes que pueden ser debatidos y, por supuesto, explicados y desechados están ahí, en la realidad. Resulta un poco fuera de la estrategia del PRD evidenciar declaraciones como la formulada por Jesús Ortega que, al responder los cuestionamientos que hace AMLO sobre la alianza PAN-PRD en el estado de México, también descarte al PAN como actor competitivo en el 2012.

En otro artículo hablaré sobre los números de las elecciones de este año y sus resultados reales que han sido calificados por PAN y PRD como exitosos. He argumentado desde el punto de vista político y electoral porque no deben confundirse las dos cosas. Primero, los político tiene que ver con el ejercicio de lo que se obtiene, es decir, “ganamos una elección juntos para hacer esto y aquello”. Una alianza electoral significa que juntos ganaremos más votos que los otros o, como algunos dirigentes lo señalaron, “para sacar al PRI”, pero no una idea de gobierno, vamos, una plataforma que ofrecer a los ciudadanos.

Si el PRD no irá en alianza con el PAN rumbo al 2012, de qué han servido las alianzas estatales. Los gobernadores son de gran peso para la elección presidencial: cómo decidirá el gobernador su apoyo. ¿A favor de quién? Esto tiene una respuesta política y no una respuesta electoral nada más. Es casi evidente que el PRI fortalecerá su alianza con el PVEM y salvadas sus diferencias internas (si las salva) tendrá gobernadores que no se preguntarán a quién voy a apoyar.

Si la disputa presidencial será entre tres partidos fundamentalmente, PAN-PRI-PRD, cómo va a ser el ejercicio político de cada uno en éste nuevo escenario. La fuerza de los gobernadores seguramente se inclinará a favor de PRI y PAN y dejará de lado al PRD, a excepción de los que ellos gobiernan claramente, que, sin embargo, electoralmente representan poco.

El interés ciudadano. Éste es un punto fundamental que parece no estar en la agenda de los partidos, porque –dejando de lado la demagogia discursiva- casi ninguno de los candidatos o partidos políticos interesados en el 2012 ha definido bien a bien cuál es su proyecto de gobierno. Si, seguramente podemos argumentar que aún no es tiempo de campaña, pero, ¡sorpresa!, nos guste o no, el único actor que define diariamente su posición es AMLO. Y no estoy diciendo que eso sea bueno, estoy afirmando una realidad, algo que está y que él se ha encargado de difundir: “yo soy éste y soy diferente a éstos”. De ahí que su discurso siga siendo radical frente a la timidez y cálculo que determina a los otros actores.

AMLO inició campaña política cuando aceptó, a la callada, que nadie dejaría de entender en Felipe Calderón al presidente de la República. Entonces empezó a confeccionar su Frankenstein (¡Disculpa, Mary Shelley!), el que camina y pone en entredicho al mismo Calderón. El tabasqueño sigue siendo figura política, fuera del aparato institucional, pesé a que muchos lo daban por perdido. Insisto en que no estoy afirmando que éste sea una gran opción para el país, pero para muchos mexicanos que han visto mermada su condición social y económica, sigue siendo una voz que los “representa”.

Había que explorar y pensar el escenario posterior a 1988 (ahora que Carlos salinas anda muy de moda) para entender cómo fue el proceso que impidió al PAN y al PRD, naciente en 1989, formular una oposición clara y de peso frente al PRI. En ese entonces, creo, el PAN entendió perfectamente que ir paso a paso les daría espacios de poder para ganar la presidencia. Pero entonces el PRI venía desencantando a la gente, generando esa necesidad de cambio en su contra. El PRD se radicalizó y dejó de participar en los cogobiernos, pero a la larga logró tener “respeto y aceptación” entre sectores de la población que no lo aceptaban. Aunque Ernesto Zedillo influyó en la disminución de preferencia del PRI, los resultados de 1997 no fueron gratuitos, el PRD los había obtenido gracias a su trabajo y posición frente al sistema.
Creo que con el constante movimiento la reflexión se pierde y los objetivos se confunden. Los resultados electorales son un medio, una herramienta, un instrumento, para obtener el ejercicio del poder. Los partidos políticos tienen como objetivo gobernar, desde los Congresos o los ejecutivos, y por ello buscan obtener más votos. La tendencia “gradualista” –decían en los setentas- de los socialdemócratas los hacía ir ganando espacios hasta tener la fuerza suficiente para tomar el poder. A diferencia de ellos, los revolucionarios iban por todo en cada acción.

La dirigencia del PRD cree que ha ido ganando electoralmente y políticamente. Lamentablemente eso no es lo que la realidad parece expresarse. Hoy, el PRD es el partido con menos posibilidades de ganar la Presidencia de la República y tienen una gran paradoja para salir del atolladero: darle, de nueva cuenta, la candidatura a AMLO lo que evidenciaría que todo lo que han hecho ha sido erróneo, que los resultados electorales, poco favorables y muy cuestionados, no son resultados políticos.

La política es una invención constante de nuevas ideas y acciones frente a la realidad. Es por eso que los actores políticos no pueden dar absolutos y declaraciones tan contundentes sobre la realidad, una realidad que no pueden manejar. Aceptar la imposibilidad de entender a cabalidad el entorno político es un riesgo que nuestros políticos están tomando diariamente, por eso parece que sus dichos no expresan las voces ciudadanas. Confundir triunfos electorales con triunfos políticos es no entender una parte de la realidad ni a los ciudadanos.

marquezdoyle@yahoo.com.mx
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lunes, 11 de octubre de 2010

Ciudad multicéntrica

Muchas han sido las cosas que me han sorprendido de mi reciente visita a Japón, creo que en siguientes colaboraciones habré de comentarlas sobre puntos específicos, y uno de ellos es el que abordaré en estas líneas.

En muchas ciudades se percibe un eje conductor de las actividades. Por lo general, en ciudades con ríos importantes el eje principal es el río mismo. En París, el Sena es quizá el principal eje conductor de la vida urbana, en Londres lo es el Tamesis, en Nueva York se percibe un movimiento Norte – Sur muy intenso a través de la Quinta Avenida que a su vez corre en paralelo al Río Hudson. En la ciudad de México me parece que Insurgentes es un eje fundamental en la vida de la ciudad, aunque sin duda hay otros. En Tokio, sin embargo, no logré percibir un movimiento en torno a un eje fundamental, sino por el contrario una ciudad multicéntrica en donde cada zona tiene su importancia y vida propia.

Quizá es una cuestión de percepción, pero el hecho de que la actividad y los movimientos se intensifiquen en torno a estaciones de metro y trenes como Ueno, Shibuya, Tokio, Shinjuku, Ikebakura, entre otras marca una gran capacidad de Tokio para generar centros muy importantes alrededor de la metrópoli.

Cuando hablamos de la Zona Metropolitana del Valle de México y sus aproximadamente 20 millones de habitantes, en realidad no sólo hablamos del Zócalo y un único eje conductor (sea Insurgentes, como ya mencioné, o Tlalpan, Periférico, Reforma, Zaragoza o quizá otros), sino también de muchos posibles centros: Ecatepec, Huipulco, Pantitlán, Cuatro Caminos, etc.

En Tokio, en esos centros equivalentes encontré pasajes subterráneos llenos de comercios que comunican entre un edificio de oficinas y otro. La estación Tokio está en remodelación y le incorporarán varios edificios más. Hacia cualquier lado que uno se mueva encuentra vida urbana: el palacio imperial, la mejor zona de tiendas, espacios de entretenimiento, gente y más gente. ¿Qué es lo que crean estos centros urbanos? Espacios donde se generan empleos y atractivos de la ciudad.

Creo que hasta el momento en la Ciudad de México hemos sido bastante torpes para aprovechar estos movimientos. Tacubaya ha sido históricamente la entrada a la ciudad, y sin embargo quedó convertida en islas urbanas partidas por avenidas como Revolución, Periférico, Viaducto, Parque Lira, Jalisco y Observatorio. San Lazaro era la puerta oriente a la zona central y aún siendo sede del Congreso está perdida en la dinámica urbana. La Villa concentra día a día a decenas de miles de personas y sólo crea empleos informales. Tasqueña está en una zona con un buen valor económico y sin embargo sus servicios están aislados uno del otro: el paradero de autobuses urbanos, el de autobuses interurbanos, el metro, un centro comercia ... y hasta un salón de fiestas. El desarrollo de la zona de Vallejo, al lado de las vías del ferrocarril y con un nuevo centro tecnológico, Tecnoparque, no logra generar vida urbana: crea empleos, educa (está el Tec Milenio, por ejemplo), pero no tiene una zona de restaurantes, no tiene parques, se muere todas las noches, etc. La Central de Abastos carece de una zona de oficinas y su zona recreativa está más ligada a los excesos que a la sana recreación.

¿Seguiremos por la ruta de parcializar las actividades de la ciudad? Trabajar en un sitio, dormir en otro, recrearnos en otro, educarnos en un sitio distinto ... Eso es justo lo que tenemos que transformar. La ciudad multicéntrica que representa Tokio lleva de la mano la vivienda y el empleo, las actividades comerciales y las recreativas, las educativas y las de trámites. Justo la Ciudad de México necesita vida en sus centros habitacionales durante el día y en los laborales durante la noche, necesita crear espacios de integración.

Los centros donde debemos desarrollar la integración urbana son evidentes: son esos sitios donde día a día se mueven cientos de miles de personas como Pantitlán – Aeropuerto, Indios Verdes – La Villa, Tasqueña, Cuatro Caminos, Central de Abastos, Vallejo – Tlalnepantla, Chapultepec – Reforma, San Lázaro – Centro Histórico, Buenavista – San Cosme, entre otros. En el futuro veo allí barrios vivos, edificios de oficinas, centros educativos, vida de día y de noche, seguridad, empleo, oportunidades, inversiones, más alterntivas de transporte. La actividad que genera la Ciudad de México no es proporcional a su tamaño, como sí lo es Tokio, el desarrollo implica una visión de largo plazo para esos sitios.

jueves, 7 de octubre de 2010

El Estado y la ciudad que queremos

Por José Alberto Márquez Salazar
Colaborador invitado

Definir el perfil de la ciudad que queremos, en la que queremos vivir, es un asunto medianamente complicado porque ya nacimos aquí. Milagros de la genética nos han traído y colocado en un lugar y un tiempo. Así que la ciudad ya estaba, pero ahora resulta muy importante que conformemos el entorno en el que nos movemos, trabajamos y realizamos gran parte de nuestra vida (no hablo del automóvil).

Los centros urbanos en México crecieron exponencialmente entre 1970 y el año 2000: de 28.3 millones de personas que vivía en localidades urbanas hasta los 71.8. Treinta años en los que también, los cambios políticos y sociales fueron acelerados. De hecho, la ciudad de México puede observarse como un gran laboratorio de cómo no necesariamente un desarrollo político-democrático va aparejado de un buen desarrollo urbano.

Me explico. Como muchos saben, el Distrito Federal –conocidos por algunos como Ciudad de México, aún cuando ésta es más extensa- vive desde los ochentas un proceso de mayor independencia administrativa, desde lo estatal hasta lo municipal (pensando en las configuraciones federales). En 1997 se eligió al Jefe de Gobierno y dejó de ser un Departamento administrado por el Ejecutivo Federal, encargado de nombrar al Jefe del Departamento y a los Delegados en las 16 demarcaciones territoriales. En el 2000 se eligió a los titulare de los órganos políticos-administrativos desconcentrados –mejor conocidos como delegaciones. Entonces muchas de las responsabilidades fueron asumidas primero por una autoridad legítima y legal derivada de un proceso elección que hicieron los ciudadanos; Con apenas tres años para tomar las riendas de una buena parte de la administración, el Jefe de Gobierno tuvo que dejar varias de ellas en el 2000 a los Delegados electos. Un proceso político-administrativo aún no maduro vivió un nuevo impulso.

De la noche a la mañana las Delegaciones se hicieron cargo de muchas responsabilidades y, ante la falta de experiencia en el ramo, muchas controversias surgieron: ¿a quién le toca qué? Por ejemplo, aún hoy en día las vialidades primarias y su limpieza son responsabilidad del GDF, pero las secundarias y demás son ocupación de las delegaciones. En ese entonces, en el 2000, muchos otros temas tenían poca respuesta porque no había definiciones muy claras y los servidores públicos no querían asumir costos que no estaban dispuestos a poner.

En 20 años he visto decenas de foros metropolitanos, regionales, delegacionales, etcétera, donde se analiza cómo pueden mejorarse las cosas. De hecho en cada nueva legislatura de la ALDF, el primer año, los legisladores se enfrascan en la realización de estos foros que no solamente les nutre de conocimientos sino les da proyección política entre los especialistas. Lo cierto es que el tiempo se pierde porque a los foros no necesariamente van los especialistas, sino los actores políticamente importantes de los temas y la gente asistente no es la que toma las decisiones sino los grupos de apoyo de los diputados. En fin, un desperdicio de tiempo, salvo pocas excepciones de ahí surgen decisiones y acuerdos que se implementan.

Me parece que así como existen preguntas esenciales que responde la filosofía política sobre los principios y acusas últimas de la política, también debemos preguntarnos sobre la ciudad cuáles son sus principios y causas últimas. De ahí responder cuál es la ciudad que queremos.

Creo que todas las ciudades por sus procesos de modernización enfrentan un dilema para su manutención y conservación: procesos de ciudadanía y fortalecimiento comunitario. De hecho las visiones parecen hasta contradictorias porque la comunidad tiene bases y valores diferentes a la ciudadanía. Mientras la solidaridad e identidad social parecen ser un proceso comunitario más arraigado, la ciudadanía se basa en el respeto a las leyes y sus principios. En una comunidad los valores tiene que ver más con la amistad, la familiaridad, etcétera; los ciudadanos se reconocen como tales por el cumplimiento de sus deberes y el ejercicio de sus derechos.

Sin ser especialista en el tema, creo que este proceso entre comunidad y ciudadanía es el que pone en aprietos muchas de las políticas que se implementan en el Distrito Federal, pero que se fortalecen porque aún su madures administrativa no está consolidada.

¿Podemos resolver este dilema optando por una de las dos formas? Yo creo que las dos se pueden combinar utilizando experiencias internacionales y adoptando modelos propios arraigados. Podemos lograr que una comunidad participe y conserve los parques y jardines y los retome, los haga suyos bajo el respeto a los demás y a las normas vigentes, por ejemplo.

Insistiría en que la respuesta sobre la ciudad que queremos es fundamental y esta respuesta tiene que partir de los especialistas y no necesariamente de los políticos profesionales. Son éstos los que deben encargarse de llevar a buen camino la respuesta, es decir deben responde cómo lo hace la teoría política, explicando cómo debe funcionar y porqué.

Todos los días desde las oficinas gubernamentales se debaten decisiones que involucran a las comunidades y al conjunto de la ciudad. Nuestros instrumentos de gobierno y administrativos no están perfilados completamente, falta un gran tramo para conseguirlo.

En la definición de la ciudad que queremos también está implicado el Estado y la representación política que decidimos. Resulta por eso importante que los temas urbanos también sean del conocimiento público, los medios de comunicación deben abrir mayores espacios a este tipo de temas que implican involucrar a los ciudadanos en su vida cotidiana.

Si queremos hacer más humana a la ciudad, pero hacerla más eficiente hay que caminar junto a la misma gente que la conforma y que por azares del destino ocupa y ocupará un lugar en ella. Quienes trajinan diariamente se sienten descontentos, frustrados por los cambios que la "modernidad" impone, pero están arraigados de múltiples formas en la urbe y no será fácil salir de aquí es por ello que la necesidad de mejores condiciones debe ser un motivo para que la gente participe y se involucre en ese nuevo perfil de una ciudad que merece mejores tiempos y que la margen de las políticas gubernamentales sigue haciendo su vida y conformando su rostro.

lunes, 4 de octubre de 2010

Las densidades


La Ciudad de México se expandió sin límite hacia todos sus extremos absorbiendo pueblos y ciudades menores que finalmente quedaron integrados en una gran mancha. El criterio legal para hablar de la Ciudad de México es el Distrito Federal, así está definido en la Constitución. Sin embargo, para contar la cantidad de personas que vivimos en ella generalmente se toma un criterio más práctico que se refiere a los casi 20 millones de habitantes de la Zona Metropolitana.

Si tomáramos el mismo criterio en Guangzhou, no tengo la menor duda de que entre esta ciudad y Hong Kong encontraríamos una gran metrópoli de más de 35 millones de habitantes, con una mancha urbana continua que incluye otras grandes ciudades como Dongguang y Shenzhen, cada una con más de 7 y 8 millones de habitantes, y otras más que no estoy considerando por no conocer a detalle la geografía urbana de la región.

Guangzhou está separada de Hong Kong por una distancia que en tren se recorre en 2 horas aproximadamente. Sin duda entre Chalco y Huehuetoca haríamos más de 3 horas de camino por cualquier medio de transporte, cualquier día de la semana, en cualquier horario. ¿Nos hemos acomodado de la mejor manera?

En Hong Kong he podido ver un desarrollo completamente vertical. Uno mira hacia cualquier punto y ve desarrollos en los que Tlaltelolco parecería un juguete. Conjuntos de edificios de más de 40 pisos. Sólo de observar, rápidas cuentas nos llevan a más de mil habitantes por edificio, más de 4 mil por conjunto. Uno tras otro.

En Guangzhou las cosas no son muy distintas, angostas calles interiores escoltadas por edificios habitacionales a menudo de más de 10 pisos, todos en supermanzanas con frentes de edificios que pueden tener entre 20 y 50 pisos. Uno tras otro. El Río Perla se toma su espacio, eso sí, y los fuerza a expandir un poco más la mancha urbana. Uno llega a los límites (los encontré por sorpresa) y las densidades se desploman, se acaban las avenidas impecables y uno encuentra a la gente hasta lavándose los dientes en la calle al lado de un canal de agua potable (del cual jamás bebería).

En Hong Kong el espacio público está en los puentes, en las pasarelas entre un edificio y otro. Los domingos la gente se va a convivir sobre cajas de cartón, tapetes de plástico y otras soluciones improvisadas, en esos espacios artificiales y sombreados, sí hay parques pero la gente no realiza esa misma convivencia tipo "día de campo" sobre el pasto bajo un árbol.

En Guangzhou se ve la gente por todos lados conviviendo, la densidad es tan alta que toda la calle es conquistada por la población en todo momento. Mi último día fue el sábado y frente a un gran parque, que por su ubicación y características (un monte al centro) evocaría a la primera sección de Chapultepec. Completamente lleno.

Ahora estoy en Japón. Llevo pocas horas por acá, pero lo que veo son densidades un poco menores que en China pero mucho más humanas. Frente a mi una escuela de 5 niveles, al fondo varios edificios de 10 niveles, a lo lejos, y sólo a lo lejos algún edificio como de 30. En conjunto hacen una muy buena densidad, lo suficiente para tener un buen transporte (densidad y transporte público van de la mano siempre). Bicicletas por doquier. Esto está más próximo al paraíso.

En la ciudad de México tenemos zonas con una buena densidad. En general la zona central tiene una densidad aceptable. En otros lados la densidad se pierde. En otros más la densidad se logra con el hacinamiento: en un espacio reducido viven varias familias, eso pasa mucho en colonias populares. En otras ciudades mexicanas la densidad es pavorosa: en Mérida es muy difícil desarrollar un buen sistema de transporte por las bajas densidades, en el norte se han fomentado estúpidamente estas bajas densidades generando una mayor dependencia del automóvil.

Paulatinamente debemos ir incrementando las densidades de nuestras colonias. Hay algunas que ya están en un buen punto de densificación, allí no hay que centrar el esfuerzo, pero sí aquellas que tienen un buen nivel de servicios públicos y centralidad, es decir una vinculación fuerte ya sea hacia la zona central o hacia los centros regionales de la ciudad. La densificación no tiene que ser hacia un Tlaltelolco, ni mucho menos inspirada en estas grandes concentraciones de habitantes con dos pisos de centro comercial y 40 o más de vivienda. Sino a una mejor integración del espacio habitacional con el espacio público que a su vez genere empleos locales. El modelo japonés me gusta mucho más: no importa tanto que la ciudad se expanda si genera condiciones de calidad de vida en su camino. La escala es mucho más humana.

viernes, 1 de octubre de 2010

Dhyana Quintanar en @PaseUsted