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lunes, 7 de julio de 2008

Expropiación rural

Siguiendo con la preocupación que me deja la instalación de la terminal y talleres de la línea 12 del metro, me pregunto cuál sería la alternativa que se puede dar a los habitantes de la zona rural que serán desplazados por esta obra.
Cualquier alternativa va por el lado del combate a la pobreza. Cuando se tiene la tierra y no se tiene nada más que la tierra, al menos se tiene la tierra. Cuando no se tiene la tierra y no se tiene nada más que la tierra no se tiene nada. ¿Soy claro?
Recordaré una canción de Armando Rosas y la Camerata Rupestre. "Decir no tengo nada, es una exageración, tengo un cepillo de dientes, tengo una televisión". La gente humilde del campo mexicano está acostumbrada al menos a tener la tierra. Comprárselas por un proyecto urbano los deja desnudos. Ellos saben administrar la tierra, por muy árida e improductiva que sea. No saben administrar una cantidad superior a la que hayan tenido en toda su vida. Quizá haya quienes al recibir un cheque de uno o dos millones de pesos sepan construir un buen negocio que les dé para vivir mejor. Pero habrá otros que no lo sepan administrar, y no serán culpables de ello, porque nunca previeron estar en esa situación.
Cualquier proyecto urbano hacia zonas rurales debe ser profundamente respetuoso del sentir y el pensar de los afectados. Debe garantizar, mediante el apoyo a la creación de empresas rurales, que no sólo recibirán los recursos propios de la expropiación o compra de sus terrenos, sino que tendrán garantizada la salud, la educación de sus hijos, y la participación en empresas rurales. Si se han dedicado al campo, debe haber oportunidades para que a través de viveros puedan seguir produciendo en terrenos más pequeños pero igual o más productivos que los que están cediendo a la ciudad.
Además, cuando el proyecto implique la afectación de los centros habitacionales de la población rural, debe haber los apoyos necesarios para respetar el arraigo que tiene la gente con esos sitios, con sus muertos y con su cultura.
La solución exacta sin embargo, más allá de lo que diga aquí y eventualmente en contradicción con lo que escriba en este espacio, debe ser tratada con los propietarios. Mi filosofía es que aún cuando se decida llevar a cabo un proyecto que afecte a gente del campo, hay que ser sumamente sensibles de qué es lo que pide la gente y de qué manera se garantiza su futuro, alterando lo menos posible su modo de vida.

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