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miércoles, 13 de agosto de 2008

Combatiendo la pobreza en los laberintos

Ayer hice estas preguntas:
¿Cómo esperamos atender las condiciones de pobreza de todas esas colonias que crecieron sin control cerca de las montañas, y en las que habitan quizá la mayoría de los pobres de esta ciudad? ¿Debemos dejarlas así como están pero darles sólo mejores servicios?
La respuesta que doy es que hay que tener previsto algo, y si se puede enriquecerlo con la propia gente que allí habita. Hay colonias pobres como la Santa Julia, Peralvillo, Guerrero, por mencionar algunos ejemplos céntricos. En estas colonias habitan personas pobres, algo de clase media, y uno que otro rico que pasa desapercibido. Sin embargo son colonias que tuvieron una traza urbana más o menos clara. La mejoría en el nivel de vida de sus habitantes supone que algunos invertirán en sus propiedades, o sus colonias serán atractivas para nuevos conjuntos habitacionales, y aún teniendo fama de peligrosas (los tres ejemplos), podrían ir superando esta característica poco a poco, si mejora la inercia económica.
Sin embargo, la situación de las colonias populares que se hicieron al ahí se va, con acceso por medio de escaleras, casas construidas a media calle o en laberintos, es muy diferente. Si sus habitantes mejoran sus ingresos podrían migrar a colonias más céntricas o con mejores condiciones, dejando la propiedad a otros pobres dispuestos a habitarlas. El resultado es que, pase lo que pase con la economía siempre serán colonias pobres.
¿Qué hacer con ellas? Transformarlas. Si no tenemos la visión de transformarlas siempre serán colonias pobres. En algún caso habrá que expropiar, en otros ampliar las calles, crear áreas verdes, centros deportivos, de salud, de cultura, y cambiar poco a poco el panorama. Si las colonias seguirán siendo habitacionales, entonces los habitantes son quienes tienen la palabra, pero también hay que capacitarlos para que en la inversión a sus colonias puedan conocer otras alternativas. Es decir, hay que dejar que entren arquitectos y urbanistas, que hagan propuestas, que los vecinos conozcan qué se puede hacer además de poner adoquín en una plaza o pintar la iglesia.
Sustutuir una casa o una bodega abandonadas por una plazuela, con recursos públicos; comprar una casa que esté bloqueando una calle, uniformar colores, arquitectura, señalización, permitir que la creatividad de los habitantes aflore a partir de la participación de especialistas, permitirá transformar colonias hoy feas e inseguras, en un atractivo de las zonas periféricas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No dejes de lado la importancia de la identidad. la población de colonias como la Del Valle conservan su entorno porque los habitantes han marcado y definido su identidad con la zona. En Iztapalapa, por ejemplo, los ocho barrios mantienen su identidad y conservan su entorno; no es así con otras colonias que se han construido recientemente y son habitadas por personas -no ciudadanos- que proceden de todas las regiones de la República. (Imaginate el putno de identificación por calle donde un nativo de Veracruz convive con uno de Sinaloa o de Guanajuato) Encontrar esa identidad que perdieron cuando migraron los lleva a abarrotar los domingos el jardin de Coyoacán o zonas que son más agradables para ellos. Cuando la identidad regional nos marca el entorno puede conservarse.
Es importante el desarrollo de la economía para salvar a esas ciudades y si ella va acompañada de un desarrollo regional que proteja las identidades será una política pública más eficaz.

J. Alberto Márquez S.

Roberto Remes Tello de Meneses dijo...

La identidad y el arraigo son, en efecto, elementos clave que se van perdiendo en las grandes ciudades.