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domingo, 24 de agosto de 2008

Barriendo las calles

Recién leo una nota de que este sábado, empleados y funcionarios de la delegación salieron a barrer el Jardín Centenario y el Jardín Hidalgo, recién remodelados, con miras a las fiestas del 15 de septiembre.
¿Está bien que los empleados y funcionarios de pronto se pongan a barrer?
Ya hace algunos años Andrés López puso a todos a pintar de amarillo las banquetas de las vías primarias.
Mi opinión sin embargo es que estas medidas son pura demagogia y además es discriminatoria. Por un lado supone que, como la frase de Vicente Fox de que los mexicanos hacen trabajos en Estados Unidos que ni los negros realizan, los trabajos de limpieza son los más indignos pero hasta eso están dispuestos a hacer los altos funcionarios. Discrimina también a quienes descansan, porque esta actividad la realizan los fines de semana, como mandando el mensaje de que quienes no lo hagan están mal. Esa práctica me parece sumamente molesta y desleal, pues en esencia el único que tiene la obligación de estar disponible las 24 horas del día los 7 días de la semana es el funcionario electo. Claro, sus subalternos deben también tener disponibilidad en caso de emergencia o bien para concretar ciertos programas. Pero aún así me parece que tanto el Jefe Delegacional como sus colaboradores directos tienen no sólo el derecho, sino además la necesidad humana de descansar, y que su disponibilidad debe estar sobre necesidades concretas (emergencias o programas que así lo requieran) y no en la lógica de que mientras menos descansen son mejores servidores. Durmiendo también se sirve a la ciudadanía.
Podría ser que barriendo las calles estemos concretando un programa delegacional importante. Eso es cierto. ¿Qué programa es ese que requiere la presencia de empleados y funcionarios? Pues no hay tal. La presencia de éstos en los festejos del 15 de septiembre, es decir en horas inhábiles, me resulta imprescindible. Para la limpieza de las calles hay gente que está contratada ex profeso.
Ahora bien, lo que sí acepto, pero tendría que ser un programa, es que los funcionarios en algún momento desempeñen las funciones de servicio público de sus subordinados. Por ejemplo, que el jefe de los verificadores acuda a un mercado o a un comercio a efectuar él mismo la verificación, o bien su jefe, o incluso el delegado. Aceptaría que los trámites alguna vez fueran atendidos por el director general de obras, o el jurídico y de gobierno, o algún otro. Pero en todo caso habría un objetivo: sensibilizar al funcionario de lo que hacen sus subordinados. Si esto se realiza de manera periódica entonces los resultados pueden ser muy buenos.
Creo que lo mismo podremos hacer en la Jefatura de Gobierno. En vez de que los empleados y funcionarios salgan -obligados- a pintar banquetas o a barrer calles, que exista un programa para sensibilizar al personal en otras funciones, pero esencialmente en horarios laborables (a no ser que la actividad que se vaya a suplir requiera ser en otro horario) y con objetivos claros.
Siempre defenderé el legítimo derecho al descanso, pero también defenderé la necesidad de que haya siempre disponibilidad de los que tengan mayor responsabilidad.

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