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miércoles, 27 de agosto de 2008

La encrucijada de Tláhuac

El panorama de Tláhuac no es muy halagüeño. Primero fue el delegado Francisco Martínez Rojo (2000-2003), que salió limpio de los procesos jurídicos en su contra, pero terminó muy señalado como un delegado corrupto que se apoyó en las empresas de Carlos Ahumada para hacer negocios. Le sucedió Fátima Mena (2003-2006) cuyo equipo se hizo fama de que buscaba extorsionar a las pocas empresas de la delegación.
Yo mismo fui testigo del afán que tuvieron por cerrar una recicladora de solventes, so pretexto de la explosividad que tenía el drenaje en la avenida de enfrente: el proceso de la recicladora era completamente cerrado, por lo que no podían descargar solventes al drenaje, y los componentes explosivos del drenaje en ningún caso estaban asociados a solventes, sino a otros químicos. PROFEPA hizo inspecciones a la fábrica y nunca encontró nada.
Resulta que el actual delegado, Gilberto Ensástiga, es de un grupo del PRD distinto al de sus predecesores. Está cometiendo un error terrible: construir en el Bosque de Tláhuac una serie de instalaciones contrarias al uso de suelo del parque, entre ellas una pista de hielo. Desde mi punto de vista, el hecho de estar quedando aislado políticamente y violar la ley se vuelven condiciones necesarias y suficientes para ser destituido. Yo estoy casi seguro de que será destituido.
El ganón de todo esto podría ser Edy Ortiz, ligado a Fátima Mena y a Francisco Martínez Rojo. Edy Ortiz se opone a la construcción de la línea 12 del metro y a una serie de obras que darían servicio por un lado a Tláhuac, y por otro al resto de la ciudad. La más polémica es, sin duda, un relleno sanitario. Sin embargo, a lo que no se opone es a la regularización de predios invadidos (que comentaba yo en el artículo de ayer).
¿Qué tanto podemos esperar para Tláhuac? Este sexenio prometía ser la transformación de esta delegación. El metro impactará mucho, el hospital general también. Pero temo que meterle una camisa de fuerza a la delegación (las restricciones en los usos de suelo) y regularizar predios invadidos, podrían generar un incentivo perverso para Tláhuac: que vengan miles de asentamientos irregulares, que los servicios sean insuficientes, y que siga dominando la corrupción en una de las delegaciones más pobres.
Creo que lo que haría falta es revisar a fondo el Plan Parcial y comenzar a crear poligonales verdes que, aún siendo terrenos comunales o ejidales, generen pagos por servicios ambientales a sus propietarios de tal suerte que nunca tengan el incentivo de urbanizarlas. Pero en ciertos terrenos debe permitirse que haya servicios que no afecten a la población y sí la beneficien. Es el caso incluso del relleno sanitario, siempre que éste no sea un monstruo gigantesco como Bordo Poniente, sino algo temporal, en miras hacia una solución de largo plazo en materia de residuos sólidos.

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