Me parecía menos importante plantear la salida del delegado en Gustavo A. Madero, Francisco Chíguil, dado que los errores y abusos en el operativo de News Divine fueron de la policía. Pero nuevamente recurro al argumento de la frivolidad. Se le llama a aclarar las cosas en la Asamblea Legislativa y él va acompañado de porras, funcionarios que dejan sus obligaciones para atender la obligación suprema de defender al triste inepto de su jefe. ¿Se atrevería llevar las mismas porras a la calle donde se ubica el News Divine? El luto, el coraje, sin duda es mayor para quienes tenían un vínculo afectivo con los muertos, incluidos los policías, pero el luto es de todos, el coraje por la ineptitud, y el riesgo que conlleva vivir en una ciudad con policías tan mal capacitados, y operativos tan mal planeados es de todos. Mi conclusión. Que se vaya Chíguil por frívolo, por burlarse de los muertos, por burlarse de sus deudos, por burlarse de la sociedad.
¿Y Joel Ortega? Mis argumentos los dije ayer, pero también quiero ubicarlos en el contexto del gobierno de Marcelo Ebrard. Joel Ortega no le sirve de nada en este momento. No es lo mismo que la defensa de Juan Camilo Mouriño. No centrándome en el tema de las investigaciones que no encontraron nada ilegal en los contratos con los que se le acusaba, puesto que me centraré en el argumento político: hay quienes creen que en efecto no había nada malo en su actuar y quienes creen que las investigaciones fueron amañadas. De cualquier manera, fundado o infundado, lo que ocurrió implicó un costo para el presidente Felipe Calderón. Pensar que el presidente sostuvo a Mouriño por agradecimiento, amistad o lealtad, se equivoca, con seguridad. El presidente sostuvo a Mouriño porque si no lo hacía, con él caía la reforma más importante que ha presentado hasta el momento, la petrolera.
Con Joel Ortega no hay nada que defender. Él solito se preocupa más por su imagen, por su trayectoria, que con un compromiso de servir. Se equivocó y al igual que Chíguil encontró como mejor defensa creer en sí mismo antes que en Dios o en su jefe. Ya puede sentirse desnudo. A Ebrard le saldría demasiado caro mantenerlo a cambio de nada. Felipe Calderón pagó un precio elevado por conservar a Juan Camilo Mouriño en su puesto, pero a cambio de una reforma estratégica que muy probablemente se concrete aunque no sea en los términos en que fue enviada. ¿Y Marcelo Ebrard que ganará? sosteniéndolo, nada; quitándolo también pagará costos altos, puesto que tendrá que dirigirse al Presidente de la República (algo que ha evitado) para proponerle al sustituto, pero a cambio se mostrará sensible a un problema que ha indignado a la sociedad.
Mantener a Joel Ortega podría ahora sí tener costos electorales en el Distrito Federal, donde el PRD parece no haberse visto afectado por el desplome que muestra en las encuestas nacionales. Esto es cuestión de horas, pues si Marcelo Ebrard quiere esperarse a que el Presidente Calderón lo destituya, para poderle echar la culpa después, como ocurrió con su propia destitución, no tendrá cómo decirle a la población que fue sensible y sacrificó a su alfil. El momento es hoy. Si no, será demasiado tarde.
miércoles, 25 de junio de 2008
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