A nivel internacional comienza una gran crisis por el alza en los precios del petróleo y sus derivados. Todo se ha descompuesto. Han subido varios metales, como el acero, el aluminio, aleaciones y otras materias primas como el cemento, todos ellos por su propio proceso, pero pronto, como la mayoría de los productos, afectados por el alza en los combustibles.
En Estados Unidos, de acuerdo con el sitio Gasbuddy.com, que compila información del precio de los combustibles, la gasolina cuesta en promedio, en el estado más barato, Missouri esta semana, 3.771 dólares por galón (3.75 litros por galón), lo que equivale aproximadamente a un dólar por litro, o 10.45, lo cual es más de tres pesos superior al costo que pagamos por la Magna en México. California es uno de los estados con mayor precio promedio y cotiza en 4.347, o sea, 15% más caro aún, 12.10 pesos aproximadamente por litro.
Con estos precios no es correcto que la gasolina Magna siga costando poco más de 7 pesos por litro. Uno no está a favor de afectar a la población con más aumentos, pero de otra manera es posponer una decisión que es evidente que debe tomarse: establecer una reducción, paulatina o drástica, del subsidio a la gasolina.
Es obvio que subir la gasolina afectaría precios, pero también es obvio que no subirla implica un subsidio de los pobres hacia los ricos. Coincido plenamente con lo que plantea Sergio Sarmiento en su artículo de este día.
Pero claro, si se toma la decisión de subir la gasolina ya tendremos al rey de los lunáticos diciendo que todo ese dinero es para el innombrable y para el pelele y para quien quiera inventar. Lo cierto es que la decisión más responsable es agarrar el toro por los cuernos y comenzar a reducir el subsidio, y con los recursos ahorrados, apoyar la generación de empleos, el gasto social y las inversiones en transporte público que nos lleven a tener un manejo más eficiente de los combustibles.
miércoles, 4 de junio de 2008
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