Muchas veces me ha tocado que mi camino a casa se vea afectado por perigrinaciones. A quién no. Creo que hay muchas en las que la inercia gana a muchos de los participantes, el compromiso con el pueblo, antes que su propia fe. No es el caso de las peregrinaciones a La Villa la víspera del 12 de diciembre. Miles de personas iban en sentido opuesto al mío. Cada año, sin embargo, hay accidentes. ¿Qué debemos hacer para evitarlos? Todos son evitables.
Usualmente las rutas a la Basílica van en sentido opuesto al tráfico de un día de trabajo por la noche. Por lo tanto, la posibilidad de asignar carriles exclusivos para los peregrinos existe. Creo que habría que favorecer ciertas rutas en las que año con año se destinen uno o dos carriles de manera exclusiva a los peregrinos y se les proteja mejor, y hasta eventualmente cerrar a la circulación algunas calles, salvo para el tránsito local. Habría que estudiar las rutas más favorables y los puntos en los que ha habido accidentes. Insisto, todos son evitables.
Adicionalmente, habría que establecer un sistema de indicadores sobre los incidentes que ocurren (personas lastimadas, niños extraviados, robos, etc.), que también nos permita ir reduciendo la incidencia de los mismos y la detección de áreas de oportunidad.
Y por último, quiero dar mi opinión sobre el milagro guadalupano: el verdadero milagro no está en el ayate, sino en la expresión de la gente que año con año se congrega.
viernes, 12 de diciembre de 2008
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