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domingo, 7 de octubre de 2007

Sexoservicio y el país de las cositas

Hablaré hoy y mañana del sexoservicio, pero desde distintos enfoques. Esto me servirá para exponer algunas consideraciones personales respecto a lo moral y haré planteamientos respecto a la prostitución y una política pública encaminada a proteger a quienes la ejercen y a sus clientes.
En este país de diminutivos, y más aún en la Ciudad de México, las palabras duras no se pueden utilizar. Hace unos días hablo buscando a una persona y me dicen que está en una juntita y que termina en una horita así que luego le avisarán de mi llamadita.
Uno no recurre a una prostituta, sino a una sexoservidora. El nombre dignifica, sin duda. Puta es demasiado despectivo. Prostituta muy formal y humillante. Piruja es meramente coloquial, se usa más para la que no cobra que para la que cobra. Meretriz es nada más para las crónicas periodísticas de hace 30 años. Suripanta, ni se diga. Zorra, perra, callejera, entre otras, tienen su connotación específica, pero poco usual. En cambio la más recurrente se ha vuelto la de sexoservidora. No existe la palabra en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Es un perfecto mexicanismo.
Lo que si existen son las necesidades. Las necesidades económicas de la mayoría de las sexoservidoras, las necesidades sexuales de los clientes, de la minoría que se prostituye por placer y aún de las que lo hacen por necesidad. El servicio existe, ha existido y existirá. Bienvenido sea. Ni el cliente ni la sexoservidoras son enfermos. Cada quien tiene su circunstancia.
El sexoservicio se ejerce en esta ciudad de múltiples maneras: algunas agencias de edecanes y modelos llegan a ofrecer un "plus" para clientes especiales; hay servicio de acompañantes, servicio a hoteles y a domicilio, baños, casas de masajes, table dances, servicio en bares, las que esperan en las calles en zonas como Sullivan, Tlalpan, La Merced, y en puntos específicos de varias delegaciones y municipios conurbados. Ignoro si aún existen los prostíbulos como tales, es decir, casas para hacer y estar. Quizá omita otras formas de sexoservicio.
He visitado Amsterdam y otras ciudades holandesas y lo que me parece más interesante es el esquema de las vitrinas. Para algunos es una manera de cosificar a las mujeres. Están en exhibición, uno las compra y luego las desecha. Sin embargo el sistema ofrece mayor protección. Usualmente las zonas de vitrinas están mejor vigiladas y las tarifas son estándar, por lo que tanto el cliente como las prostitutas corren menos riesgos.
Claro, siempre tiende a haber abusos, por mucha regulación que haya. Estamos hablando de que en materia sexual un cliente puede perder la cabeza y terminar pagando más de lo que en su sano juicio estaría dispuesto a pagar. De cualquier manera, una parte del sexoservicio que se ejerce en la ciudad deja en estado de vulnerabilidad a la prostituta, al cliente ... y a la sociedad, dado que no está garantizado que quienes ejercen la prostitución, sobre todo en La Merced, sean mayores de edad, y ciertamente es un problema recurrente el que en ese punto, chicas menores de 18 años ofrezcan sus servicios, y obtengan protección privada por medio de redes de padrotes que en la práctica tienen incentivos para meter menores de edad a prostituirse.
Aún falta por hacer mucho en México en esta materia. La sociedad no aceptaría la existencia de plazas con vitrinas, aunque me parecería lo más aceptable, además del servicio a hoteles y domicilio, así como las casas de masaje. Es decir, me parece que lo mejor es que reconozcamos que la sociedad mexicana siempre tendrá quiénes demanden servicios sexuales y quienes los ofrezcan, y que en ese sentido "el intercambio" debe realizarse en las condiciones no sólo más seguras, sino de mayor certidumbre, a sabiendas que una persona, una vez excitada, no está teniendo un comportamiento racional y podría estar dispuesto a ofecer su auto a cambio de llegar al clímax.

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