El bloguero de la megablógolis

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sábado, 29 de noviembre de 2008

Una hora oyendo a Barry Manilow a todo volumen

Hace unos días se publicó la noticia de que un juez de Colorado, Estados Unidos, había condenado a un ciudadano escandaloso a escuchar durante una hora música de Barry Manilow a volumen alto. La sentencia es curiosa. El daño es menor, pero podría lograrse el efecto de persuadir a quien comete la conducta dañina y sobre todo a ubicarlo en el mundo. Quien afecta a los demás supone que su propio placer es superior al que experimenten los demás. Escuchar una música como la de Barry Manilow podría haber sido escogida luego de algún cuestionario de la música que menos le gustara al sentenciado. (En mi caso coincidiría: me sentiría profundamente torturado por la música de Manilow, y de no tener que escribir este artículo con una mínima seriedad podría decir que buscaría a Emilio Álvarez Icaza o a José Luís Soberanes ante una sentencia similar)
Lo que me llama la atención y al igual que ha ocurrido en otras sentencias en otras partes del mundo (un chico fue sentenciado a varios años sin poder ver en vivo los partidos de su equipo de fútbol, me parece que en Chile, por haber cometido actos violentos en el estadio), es cómo los castigos no pueden limitarse sólo a ser encerrado desde 36 horas hasta toda la vida. También podemos buscar otros castigos, basados en los estudios psicológicos que se hagan al acusado, y entonces darle donde más le duela (y persuada).

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