Con el fenómeno del NIMBY yo me inclino por dos cuestiones:
1. Cuando la obra está en proyecto, debe hacerse pública y escuchar las opiniones vecinales. Hay que tener en cuenta sus preocupaciones, aunque no necesariamente sus objeciones. Es decir, si preocupa el impacto ambiental, hay que dar compensaciones sobradas para dejar a todos tranquilos. Si preocupa el tráfico durante o después de la obra, hay que dejar en claro los planes para evitarlo. Si preocupa que haya ambulantaje, bases de transporte público, o demás afectaciones; hay que hacer algo para evitarlas. Pero no necesariamente hay que detener la obra. Más bien soy partidario de que no.
2. En cambio, una vez hecho este proceso, no existe objeción alguna que valga, siempre que la obra se lleve a cabo conforme a lo proyectado. Para ello hay que ser muy transparente para que cualquiera pueda identificar si hay o no desviaciones respecto a lo proyectado.
En este momento en la obra de Palmas nos encontramos frente a una obra que fue consultada entre los vecinos, y una minoría de vecinos decide chantajear y hacer polémica utilizados por un gobierno perverso que pretende vengarse de que Gabriela Cuevas fue clave para tirar un proyecto perverso en el que Marcelo Ebrard Casaubon pretendía privatizar y destruir tres hectáreas del Bosque de Chapultepec.
Esto es una vendeta política y si se demuestra la responsabilidad de Marcelo Ebrard, debe irse.
miércoles, 26 de noviembre de 2008
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