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miércoles, 8 de octubre de 2008

Retrasos en obras

No es menor lo que ha venido ocurriendo con varias obras en esta ciudad: el retraso en las entregas. Independientemente de los factores que pueda haber detrás (mal desempeño ingenieril, mal flujo de recursos, mala presupuestación, falta de mano de obra, falta de maquinaria, falta de ingenieros, falta de liberación de derechos de vía, protestas, etc.), esto no debe ocurrir en lo que resta del sexenio.
Lamentablemente, sin embargo, esto sucede también en la Federación, el tren suburbano se entregará en unos días hasta Cuautitlán cuando esto tenía que haber ocurrido hace como un año o más. Las carreteras están retrasadas, grandes obras también.
En cuanto al problema de la ciudad me parece que sí habría que tomar el toro por los cuernos y definir qué problemas hay detrás de cada retraso y proponer soluciones, incluyendo modificaciones a la legislación cuando esto ocurra por cuestiones normativas.
Hay que asegurar que los contratistas asuman la responsabilidad que les corresponde, con castigos severos cuando ésta sea imputable a ellos. Si hubiere falta de trabajadores, me parece que ya habría que pensar en establecer -algo que ya dije aquí en otra ocasión- un salario base de referencia en cualquier obra pública para incrementar la disponibilidad y productividad de los mismos. No podemos seguir ateniéndonos a trabajadores de salario mínimo que lleguen los lunes a las obras y se vayan los sábados con sus salarios a sus pueblos, sino pensar en trabajadores mejor recompensados, que habiten en la ciudad, y que no tengan incentivos para dejar las obras. Al final de cuentas, una obra contribuye al desarrollo en todos sentidos y no sólo con la obra misma, y debe evitarse la rotación excesiva.
Cualquier otro problema, me parece, debe atacarse de raíz y evitar que se repita, y la ciudad debe generar conocimiento tal que se evite también que cada inicio de sexenio las obras se retracen. Más bien, las obras deben ser continuas, en función de necesidades urbanas y disponibilidad presupuestal, y no en función de ciclos sexenales con inauguraciones el último año de gobierno y primeras piedras al inicio del siguiente.

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