El conflicto que vivimos entre un gobierno del Distrito Federal que se ha empecinado en no reconocer al presidente de México, y un Gobierno Federal que se ha empecinado también en no tener una buena colaboración con el Gobierno del Distrito Federal parece ser que fue diseñado por quienes dudaron en manos de quién dejar el mando de la policía.
Hubo quienes pensaron que el presidente no debía ratificar o tener la facultad para remover al jefe de la Policía, otros insistían en que debía conservar el mando. Finalmente lo que tenemos es un absurdo: el jefe de gobierno está dispuesto a tolerar las violaciones a la ley que cometan sus aliados políticos y no está dispuesto a defender las instituciones. Por el contrario, lo vivimos primero con Alejandro Encinas, y ahora lo estamos comenzando a vivir con MEC. Los edificios públicos federales, el Congreso, son vigilados por la Policía Federal cuando hay manifestaciones, pues la policía local ofrece un apoyo muy limitado.
¿Es esto correcto? Por supuesto que no. Y la solución es que se tenga un código de conducta muy detallado y público, para actuaciones en conflictos políticos. Hoy, definitivamente, nadie debería estar bloqueando la entrada al Senado.
Del 8% de legisladores que tienen tomadas las tribunas de ambas cámaras, no comentaré nada específico, pues no es un tema local, salvo que una intentona golpista de una evidente minoría sólo merece un castigo ejemplar. El delito se llama sedición, y el procedimiento se llama desafuero. ¿Se animará el 92% restante?
viernes, 11 de abril de 2008
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