El término operación política es cada vez más utilizado. Evidentemente existe y se trata de personas que están al servicio de un proyecto o un líder, tratando de convencer a personas pivote o clave, que a su vez permiten obtener consensos, mayorías, calmar rechazos, lograr apoyos, organizar eventos, ganar elecciones, etcétera.
La operación política, sin embargo, no es lo ideal. Supone que las personas convencidas por los operadores no ejercen directamente sus libertades, sino que más allá del convencimiento por las ideas mismas hay intereses. Es una figura medianamente democrática, puesto que suele darse bajo un esquema de democracia.
Quien se presume como operador político, usualmente no lo es. El verdadero operador calla, es disciplinado, sabe que cumple misiones y se apega a ellas a cualquier costo. El que lleva por delante el mote (y he visto tarjetas de presentación con ese término) es un pobre imbécil que no sirve para la operación.
¿Gobernar la ciudad requiere operación política? Sin duda, pero creo que el modelo más próximo al ideal es que cada funcionario esté convencido del proyecto de ciudad que encabeza el Jefe de Gobierno. Eso comunica mucho más de lo que puede hacer un tipo vestido de negro, en una oficina obscura, haciendo llamadas misteriosas.
A mí no me gusta la operación política como modelo de democracia. Creo que el mensaje debe ser contundente, tolerante, pleno en valores democráticos, y eso es lo único que puede evitar estas figuras obscuras y disciplinadas que se denominan operadores políticos.
miércoles, 23 de abril de 2008
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