De la mano de la operación política que mencionaba ayer, está el cabildeo, con la diferencia de que éste no pretende manipular masas, sino propiciar que los tomadores de decisión compartan la visión de las cosas, de quienes hacen el cabildeo.
Me parece mucho más válido promover un punto de vista de las cosas, que forzar, presionar o inducir la participación política de los actores. No obstante, el cabildeo debe ir de la mano de un código de ética, tanto para los legisladores como para los propios cabilderos, sus empresas o sus representados.
Esto será más bien una función legislativa, pero el cabildeo que se desarrolló primero a nivel naciona, ahora va penetrando también en los Congresos locales, y la Asamblea Legislativa del DF no se queda atrás.
Mi deseo es que en los próximos años se pueda desarrollar un código de ética o de buenas prácticas, suscrito tanto por los cabilderos como por los legisladores, que se renueve año con año, o al menos legislatura con legislatura.
jueves, 24 de abril de 2008
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