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viernes, 8 de febrero de 2008

Bicicletas y accesibilidad

Cerrando el tema de la accesibilidad al transporte (y tendría que ser a las oficinas públicas y a todos los servicios públicos), contaré mi experiencia con la bicicleta en el metro.

Salí de casa en dirección a la estación del metro más cercana este domingo 3 de febrero. En realidad había dos estaciones a una distancia similar, pero me pareció más cómodo llegar a Escuadrón 201, a aproximadamente 7 kilómetros de distancia.
Para bajar las escaleras no había canaletas sobre las cuales rodar la bicicleta. Entonces la bicicleta la bajé rebotando en cada escalón. Compré mis boletos y cuando quise acceder no había policía, así que no utilicé la entrada ancha (no hay entradas para discapacitados, sino sólo una puerta operada manualmente), sino un torniquete y alguien me ayudó a pasar la bicicleta por encima.
Subí al vagón y pese a ser domingo no iba tan vacío. Mucha gente parada. En la línea 8 hay salidas en los dos lados del tren, entonces no podía acomodarme cerca de una de las puertas, la que se abriera menos, porque tarde o temprano se abriría. Más bien había que estar listo para acomodarse cuando subieran los pasajeros. Tampoco había un rincón para sillas de ruedas que yo pudiera utilizar en el ínter. El metro se iba deteniendo demasiado tiempo en algunas estaciones.
Al llegar a Chabacano encontré una escalera eléctrica y la utilicé. Pero ya después no hubo más escaleras eléctricas y en algún momento perdí la señalización hacia la línea 9, yo sólo veía letreros hacia línea 2 pero eso sí, a lo lejos los vagones de la línea 9, así que caminé hacia donde mi intuición me dijo y creo que fue lo correcto. Cargué, de subida y bajada, mi bicicleta y llegué al andén central, que sólo es de salida, de la línea 9. Allí esperé el tren. Sólo ocupé la línea 9 para 2 estaciones, Lázaro Cárdenas y Centro Médico, y en la primera se detuvo un par de minutos.
Al llegar a Centro Médico todo fue más cómodo. Subí las escaleras eléctricas, me subí a la bicicleta para los 100 metros del pasillo de transbordo, y me encontré con rampas para discapacitados. El metro tardó en llegar, y más aún tardó en partir una espera como de 10 minutos.
Me bajé en Eugenia y al salir no había (ya lo sabía pues utilicé esa estación casi diario durante 10 años) escaleras eléctricas. El policía me dio acceso por la puerta ancha y cargué la bicicleta. Salí a la calle y anduve por unos 500 ó 600 metros.
Fin de la odisea. Terminé cansado.
Puedo decir que me gustó la experiencia, porque me dio la oportunidad de conocer de otra forma el metro y la ciudad. Enfrenté dificultades en tres de las cuatro estaciones en las que estuve. Independientemente de que los tres trenes que tomé se estuvieron parando, hay un gran problema de accesibilidad. La bicicleta se vuelve un sensor para ello. Lo intentaré en otra ocasión y hacia otras estaciones. No tomé el tren ligero, que me queda quizá un poco más cerca (4.5 kilómetros) porque no sé si acepta bicicletas los domingos, como el metro. La página de Servicio de Transportes Eléctricos no dice nada al respecto.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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