Todavía faltan unos tres meses para que las campañas se tornen intensas. En este momento no es válido hacer propaganda, pero se hace de manera desordenada. Pero vendrán los tiempos de campaña y los postes quedarán tapizados, como ha sido siempre. Yo mismo, cuando fui candidato a diputado local, pegué mi propaganda en los postes. Hace falta un giro y ojalá y pronto lleguemos a él.
Lo primero que debe ocurrir es que dejemos de pegar propaganda en los postes. Lo segundo, que dejemos de colgar lonas y gallardetes por doquier. Lo tercero, que definamos dónde sí es válido colocar propaganda. Es decir, que los códigos electorales definan qué propaganda es válida, en vez de decir cuál no, de tal suerte que la competencia sea pareja.
Por ejemplo, vamos a suponer que en 2011 me registro a las internas de mi partido para la Jefatura de Gobierno del DF, y vamos a suponer que gano las internas: ¿quién será más conocido, Martí Batres, Alejandro Rojas, Joel Ortega, René Arce, Ruth Zavaeta o yo? Claro que quienes ocupan un cargo público tienen más ventajas que un simple desconocido. Esa debería ser la razón esencial para limitar las precampañas o las campañas, que todos los candidatos partieran de bases similares. En cambio, un legislador que se puede promocionar so pretexto de su informe, queda en ventaja respecto a un ciudadano que sólo hizo trabajo de base, trabajo intelectual o simplemente su campaña. El electorado premia a los famosos.
Por lo tanto, definir qué cosas sí pueden hacer los candidatos ayudaría a una posición de igualdad, y tendría que estar orientado a un acercamiento del candidato con el ciudadano, de tal suerte que acabando las elecciones dicho acercamiento no sólo se mantenga, sino que pueda crecer hacia todos los ciudadanos no contactados durante la campaña.
Insisto, más que prohibir hay que definir qué será válido para una campaña.
lunes, 26 de enero de 2009
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