Yo he comparado la gestión del paso a desnivel de La Virgen y Eje 3 Oriente con la del túnel de Palmas y Reforma. La primera tuvo un trazo que fue desconocido por los vecinos hasta que se realizó, nadie conoció un estudio de viabilidad, nadie fue consultado por la obra, ésta empezó con el apoyo de los granaderos ante las resistencias vecinales. Del lado opuesto de la ciudad se han conocido los detalles del proyecto, los planos están en internet y hubo una consulta -que ciertamente los opositores rechazan-, y para colmo las obras están siendo detenidas con una evidente arbitrariedad del Gobierno del Distrito Federal.
Esta vez no voy a defender los proyectos de la Delegación Miguel Hidalgo sino las formas de proceder que yo esperaría para todo proyecto urbano. La forma en que esto se instrumente, sin embargo, puedo entender que no sea de la noche a la mañana sino en principio sobre los proyectos que puedan generar mayor resistencia social, pero buscando construir instituciones que nos permitan hacer mejores proyectos.
Los segundos pisos son una obra ostentosa, hacían falta en cierto sentido, pero en otro no. Hubo un plebiscito donde la votación se polarizó políticamente y no se discutió el fondo. El detalle del proyecto no lo conocimos nunca y en cierta forma hasta se improvisó, pues primero se hizo un gran distribuidor (útil, incluso), luego un sentido de la obra y después el otro sentido de la obra. Nadie supo eso, nadie supo que no habría bajadas en dirección norte, salvo las del distribuidor de San Antonio. Este también es un contrasentido.
Decía, primero debemos hacerlo con los proyectos más polémicos y luego con la generalidad de los proyectos:
1. Que la sociedad discuta el "Qué". (¿hacemos o no tal proyecto?)
2. Que la sociedad discuta el "Cómo" a partir de una propuesta gubernamental y a partir de una decisión afirmativa del qué (no vale la pena hablar de un cómo cuando la sociedad rechaza un proyecto concreto). El gobierno presenta una maqueta inicial, los afectados dan sus opiniones y el proyecto mejora. Si es necesario, según el tipo de proyecto, puede concursarse su diseño (evidentemente en un puente hay menor flexibilidad, pero no así en una estación del metro, por ejemplo).
3. El proyecto definitivo se difunde, se tramitan los permisos y estudios necesarios (impactos ambientales, urbanos, sociales y de riesgo) . Para este momento ya hay una decisión del qué y el cómo ... por lo tanto el proyecto no se cae, a no ser que sus impactos sean mayores a sus beneficios.
4. Se realiza la obra.
5. Una vez terminada, se evalúan sus impactos de manera periódica.
Este mecanismo debería ayudar a que, si bien eventualmente hubiera más polémica por más obras, también hubiera certidumbre de que una vez decidida ésta, se ejecutara sin mayores problemas.
miércoles, 14 de enero de 2009
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