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jueves, 31 de marzo de 2011

Paz en estas calles

Por José Alberto Márquez Salazar
Colaborador de los Jueves

“Cada palabra en voz alta que resuena por la calle hace que esta noche se convierta en un día que no está en el calendario. Te has introducido sin permiso en el almacén del tiempo y miras el montón de días sin usar que la tierra puso hace milenios sobre este hielo”.

Walter Benjamín, Escritos autobiográficos.


Por las noches recorro algunas calles del Centro Histórico tratando de encontrar el espectro del perro y su hueso fantasma. La Calle de San Idelfonso hoy no tiene conexión directa hacía la Plaza de la Constitución. El Zócalo –referencia inmediata- ha desaparecido y el asta bandera se extiende sobre la noche agitando un velo. No hay trascendencia, la vulgar perfección de la moda, el espectáculo, ha tomado las riendas.

No encuentro en esa ventana al hombre que camina y que es el mismo que se lee en las letras de los otros, del otro, que escriben tratando de ignorar a quienes por la noche se presentan para distraerlo. Tampoco escucho la serenidad de la torre de agua que crece y disminuye dado rodeos para llegar.

Las voces lejanas de los signos que se apilaron sobre estas calles y fueron expropiados por el poeta no concuerdan con los movimientos celestes que acomodan mensajes para que agoreros de la vida mientan al traducirlos.

97 movimientos; kyuujuu shichi.

Ch’ien / Sun / Li, trigramas desde las primeras letras:

“Palabra, voz exacta

Y sin embargo equívoca;

Oscura y luminosa;

Herida y fuente: espejo;…”


Este tiempo retrograda que se mueve rápidamente buscando abordar los nuevos trenes, impide mantener el silencio en esta habitación para encontrarnos. La ventana, inventando la noche, admite que su momento no es éste, donde los gritos rebasan a las palabras.

El árbol, con ramas que describen la vida se mantiene intacto. ¿Cuánto tiempo gastaba un copista para mantener el recuerdo en los folios? ¿Cuánto el que crea poemas? Lunas y noches arrebatando y encontrando las palabras.

Mujeres altivas bailaban, copas cruzan por la ceguera de la vida y el velo de la arrogancia dibujaba nuevos temas, el árbol crece dentro de esos 97 movimientos.

Una fuente y el gorgoteo del agua, escaleras de piedra que conducen a una iglesia doblada sobre sí misma y hundida en sus entrañas. Los fantasmas de las prostitutas suenan los tacones en espera, siempre en espera. “Cae noche sobre Teotihuacán”.

Avanzamos sin entender la música de las letras pronunciadas. Abismos de ideas e imágenes que no podemos entender. Leer sin entender, traducir sin comprender escuchando esa voz desde dentro que parece nuestra, pero que es ajena y remite a un paseo nocturno por estas calles.

Dos oraciones paralelas:

“El cuchillo del sol” “Parte este octágono”

“El abismo está en el centro” “Tú en el centro”

Un nuevo intento:

“Yo dibujo”
“sus imágenes”

“Como el día dibuja”
“Estas letras”

“Y sopla sobre ellas y no vuelve”.


Nada es mío. Uno a cuatro, altero esos signos, oraciones, frases; el tercero permanece completo recordando “Escritura”.

El Caballo de Carlos V proyecta su enorme sombre sobre el Palacio de minería. “¿Cuándo se comienza a escribir un libro?”. El poeta camina sobre el pasillo para salir a la calle y a la noche. Atrás quedan las mantas con consignas del EZLN. Se detiene y habla, cruza palabras con quien no sabe siquiera responder. El árbol crece; tiene cinco ramas. Cuatro años más el poeta será hoy las letras y su voz irrepetible.

97 movimientos de la vida. 100 llegarán, los homenajes serán o todo pasará desapercibido. ¿Cuánto tiempo para entender un poema? Deletrear las estrellas sin apenas entenderlas.

“El muchacho que camina por este poema,

es el hombre que lo escribe”.


jamsalazar96@gmail.com
http://pensar2018.wordpress.com/

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