Por Alberto Márquez Salazar
Colaborador de los jueves
La tragedia de Japón, que su gobierno y sus ciudadanos han enfrentado con entereza, ha evidenciado, una vez más, el estado en que se encuentran nuestros medios de comunicación. Ya no se trata de que tengan mala redacción u ortografía, de que sean tendenciosos, o de que vayan tomando de twitter o facebook las notas sin verificarlas o reportear, hoy el amarillismo los cubre a casi todos.
Un periódico afirma, sin tener pruebas, que Japón está al borde de la destrucción, otro comunicador en la radio casi habla del apocalipsis y así, buscando ganar la plana, ganar el rating, y hasta las batallas comerciales contra su competencia, nuestros medios de comunicación han dejado su código de ética –si alguna vez lo tuvieron- y están en una competencia donde los objetivos básicos del periodismo se han perdido.
Ejemplos sobran, antes de los sucesos de Japón: un medio nacional acusó al candidato de un partido de tener tratos con la mafia, la acusación sin sustento se hizo el último día de un proceso electoral y con base en un informante anónimo; otro, el día de la elección declaró públicamente a un candidato ganador, en vivo y en directo, como si fuera Instituto Electoral; en su portal de la red, otro toma las declaraciones de Alicia Alonso, famosa y multipremiada profesional de la danza, criticando la película Black Swan (ésta afirma que no ha visto la película ni la verá, pero que le parece monstruosa); un empresario de una televisora abierta señala que el negocio es “vender publicidad”, esto en el marco de las disputas que tienen con una compañía telefónica; otro medio impreso, en su portal de la red, informa sobre el premio a un gobernante, ¡un premio que su mismo gabinete le otorgó!; una televisora dedica la mitad de sus comerciales a vender productos milagro y a recetar medicinas a través de sus noticieros. Esos son nuestros medios de comunicación.
Día a día, una buena parte de los medios exigen que los políticos trabajen, que mantengan una ética, que sean responsables; todos los días es cuestionado el Congreso –con sus dos Cámaras-. Pero, quién hace esa crítica, cómo sostener esa crítica cuando ellos han sido incapaces de “liberarse” de los poderes del mercado y de la complicidad política.
Décadas atrás buscaron que el gobierno Federal y los poderes políticos les dieran la libertad de expresión; hoy, la mayoría acuerda con un candidato y la campaña presidencial no tendrá solamente a los militantes y dirigentes de partido, los medios serán los ejecutores de las descalificaciones y de la guerra que viene.
Esa vieja sentencia de Mafalda hoy parece confeccionada para nosotros: si los periódicos no dicen la mitad de lo que pasa e inventan la mitad de lo que publican, entonces ya sabemos el resultado. Y de verdad, ¿los medios de comunicación reflejan o, por lo menos, describen nuestra realidad? Sí, ya sé que es difícil hacerlo, pero un acercamiento no vendría nada mal.
Entre los intereses económicos y los políticos el periodismo se ha ido a la calle y con salvadas excepciones, son los medios independientes y marginados los que tratan de abrir el camino de la veracidad. El periodismo mexicano de hoy, pactó con el diablo de la política y dejó que los poderes económicos los arrastrarán en ese torbellino donde la fiabilidad y certeza no tienen cabida.
Hoy es la tragedia de Japón la que ha sido descrita por twitter y facebook con mayor certeza frente a la desinformación de los profesionales de la comunicación; hoy, las redes sociales electrónicas logran esclarecer muchos entuertos y son un canal de comunicación menos fallido. Es cierto, hay que verificar, comprobar también a los “amigos” y “seguidores”, pero así mismo debe ser con quienes lucran con el oficio de informar, es su principio básico y no lo hacen. El velador que duerme en su trabajo.
Para formar ciudadanos profundos y políticos profesionales no basta con que los medios de comunicación critiquen y se desagarren las vestiduras señalando lo malo; lo primero es que ellos crezcan, se aventuren a criticar la dependencia que tienen del poder político y del económico, pierdan la primera plana si la información no está comprobada, sobrevivían gracias a la veracidad que le brinden los lectores, televidentes o escuchas.
De otra forma seguirán creciendo gracias a los subsidios de los políticos y las ganancias de los anunciantes, pero entonces serán propagandistas, libelos u hojas militantes de los poderes en turno, que no está mal –dado el rumbo y la profesionalización que tienen-, pero que los obligará a cambiar de denominación: los medios de propaganda del poder en turno.
jamsalazar96@gmail.com
http://pensar2018.wordpress.com/
jueves, 17 de marzo de 2011
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