Por José Alberto Márquez Salazar
Colaborador invitado.
Hace menos de cuarenta años, Umberto eco, y otros pensadores italianos publicaron un pequeño libro donde analizaban una tesis de Roberto Vacca afirmando la posibilidad de una Nueva Edad Media. La propuesta sobre los grandes sistemas típicos de la era tecnológica era resumida así: “…por ser demasiados vastos y complejos como para que una autoridad central pueda controlarlos e incluso para que puedan hacerlo individualmente un aparato de administración eficaz, están destinados al colapso y, a consecuencia de su interdependencia reciproca, a producir un retroceso de toda la civilización industrial”.
Hace dos años, el virus A H1N1 se presentó con mayor claridad en territorio mexicano y los fantasmas del Apocalipsis se hicieron presentes por todos lados. La calle, en pleno inicio de la primavera, se convirtió en un desfile de modelos de tapabocas y de rumores sobre lo que se pudiera pensar y que las películas nos hubieran dejado en la memoria.
Me sorprende gratamente la cultura que los jóvenes tiene hoy frente así y cómo la asumen sin muchos cuestionamientos: para la mayoría de ello el Apocalipsis no es un tema de temor sino un hecho futuro que se realizará. La aparición de zombis, gente infectada o ciudades devastadas y solitarias con sobrevivientes heroicos es un común.
Ante esas percepciones apocalípticas del futuro, ¿estaremos los habitantes de las ciudades preparados para sobrevivir en ellas?
El texto de referencia presenta una concatenación de hechos posibles y, quizá, probables. Un día de invierno, el personal de relevo del tráfico aéreo, por un accidente de tráfico, no llega a sus labores lo que motiva caídas de algunos vuelos y la afectación a plantas de producción eléctrica y de comunicación. La nieve, en Nueva York –ciudad del ejercicio apocalíptico- se convierte en una tumba de nieve. Los víveres se agotan, la población pelea por ellos, el gobierno es incapaz de controlar el caos y termina por desaparecer. La Nueva Edad Media se hace presente.
En unos cuantos años, la “cuarentena” por la influencia en la ciudad de México será recordada por muchos niños y adolescentes como una época de reclusión hogareña y una confirmación de que el Apocalipsis puede ser.
El sistema educativo que tenemos ha conformado una suerte de Frankenstein que va poniendo de todos los modelos para atender las urgencias de nuestros déficits. Los griegos no construyeron especialidades y aún cuando la educación o instrucción era solamente para una pequeña élite, ésta era preparada en el terreno militar, en el económico, en el jurídico, en el humanista y hasta en el astronómico.
En las escuelas del Distrito Federal, por lo menos las que podemos conocer, carecen de educación necesarias en materia vial, en el uso del transporte y en la protección civil. Es evidente que tampoco los hemos enseñado a orientarse y encontrar zonas de seguridad.
A veces hay cosas que para mucha gente resultan obvias y para otras personas resultan desconocidas. Por ejemplo, los ejes Viales construidos a finales de los setentas y principios de los ochentas tuvieron como base una hoja cuadriculada que cubriría a la ciudad. Partiendo del centro de la ciudad, al norte, sur, oriente y poniente se van extendiendo los Ejes. Así que si uno se encuentra en el Eje 5 Sur, Eugenia, basta con que se encuentre con el Eje 4 Sur, Xola, para saber que va en línea correcta hacía el centro de la Ciudad.
¿Cómo podemos pedir a los jóvenes que tengan una cultura ciudadana de respeto a los ordenamientos viales si no han sido preparados desde pequeños para vivir en la Ciudad?
Cuando uno acude al campo, el sentido de orientación de muchos niños es magnífico. No sucede lo mismo con muchos niños en la ciudad que tendrán que viajar en sistemas de transporte públicos que aún no están preparados para ellos. En tanto se reduce la población rural, la urbana se incrementa considerablemente y aún no tenemos las bases educativas para que las personas sobrevivan en la ciudad.
Es evidente que una situación de emergencia, como la que ya vivimos con los temblores de 1958, no es frecuente, pero si es posible y probable. Tendremos que modificar muchas formas de educación urbana para preparar a los niños para una ciudad, para los nuevos modelos de ciudad y para enfrentar una Nueva Edad Media, si el caso –nunca deseado- llegara a presentarse.
Aprender a vivir en la Ciudad y sobrevivir en ella debe ser un tema complementario de los servicios educativos locales. Eso nos permitirá crear ciudadanos responsables y preparados para cualquier eventualidad que nuestra Ciudad tenga.
Creo que los niños y jóvenes deben estar preparados para aceptar zombis, infectados y demás, y también para enfrentar los accidentes que generen la naturaleza o los sistemas complejos e interdependientes.
jamsalazar96@gmail.com
http://pensar2018.wordpress.com/
jueves, 10 de marzo de 2011
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