El chantaje es un acto de manipulación. Vivimos los chantajes de los adultos a los niños, entre niños, entre adultos, entre parejas, vivimos con los chantajes todo el tiempo. Lo conocemos muy bien. Forman parte de nuestra vida de pareja y de nuestra vida cotidiana. También forman parte de los negocios.
Cuando los chantajes llegan a la sociedad y a la vida política, el grupo que chantajea pretende volverse más poderoso de lo que realmente es.
Hace 25 años nadie cerraba una calle, si con trabajos se atrevían a manifestarse. Eso era con un régimen semi autoritario (lo más autoritario fue en los 60 y 70). Poco a poco el cierre de calles se fue volviendo la línea base de toda manifestación, sobre todo de las pequeñas. Quien cierra la calle se siente más poderoso. El extremo, grotesco finalmente, aunque heroico para quienes participaron, fue el cierre de Reforma. Lo que no se demandó en el papel (el voto por voto) se demandó en las calles. Una vez que la sociedad se cansó del chantaje, el movimiento se vino abajo a pedazos, y su líder se convirtió en un radical que ya no representa gran cosa para la política nacional. Un hombre que creció a base de chantajes hasta Jefe de Gobierno, incluso sin cumplir los requisitos.
Cuando el chantaje es el que gobierna, el que se quiere apegar a la legalidad es discriminado políticamente. Se premia al chantajista, no al que defiende al estado de derecho.
El día que hagamos una ley antichantajes, que limite a los funcionarios el actuar bajo presión, que no desdeñe el derecho de manifestación pero sí las afectaciones a terceros, y que dé poder a quienes no tienen capacidad de chantaje o prefieren no chantajear, entonces empezaremos a revertir todo el deterioro que causan los chantajes políticos, a veces por cosas tan ridículas como la falta de agua o de luz.
En la misma legislación, sin embargo, podría establecerse la obligación de los funcionarios de responder de inmediato (horas incluso) ciertas necesidades urbanas: agua, bacheo, iluminación, entre otras, y de interceder ante otras autoridades cuando sea el caso (falta de electricidad, por ejemplo).
Una legislación así, será muy útil para mejorar nuestra convivencia urbana.
sábado, 21 de febrero de 2009
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