Algo que me ha purgado en la política nacional es tener que competir con regalos para ver quién es el mejor político. El que decide invertir más en enseres para una campaña es el que más oportunidades tiene que crecer en la misma. Es decir, lo que antes se promovía con una simple playera, ahora va de la mano de electrodomésticos y regalos bastante sofisticados.
Un regalo no garantiza el voto (cuando fui candidato mi mamá me cuenta que vio entrar a la casilla a una señora con una playera con mi nombre, que luego cubrió para poderse acreditar como votante, al momento de depositar su boleta en la urna la dejó un poco abierta y se podía ver que no había votado por mí). Pero el candidato que no regala nada pronto adquiere mala fama. En la campaña de 2003 vi gente arremolinándose y arrebatándose playeras de baja calidad con mi nombre impreso. Realmente me acongoja esa imagen. Quiero ser candidato otra vez, pero lamentaría volverme a meter en esas inercias asquerosas de las campañas mexicanas.
Creo que una de las medidas que debemos promover es el ¡no a los regalos! Si algo no está bien en nuestras campañas son los obsequios. La ley debería decir algo respecto a esta prohibición y únicamente dar permisividad a los distintivos propios del equipo del candidato: una centena de playeras, botones y gorras. No más. Llegar a los eventos de campaña a repartir cilindros, cubetas, mandiles, planchas, y similares: PROHIBIDO. Esto ayudaría a hacer la política un poco menos clientelar.
martes, 10 de marzo de 2009
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