Por José Alberto Márquez Salazar
Entrado ya en gastos, don Simplicio preguntó por qué whisky y no mezcal. Austero en las palabras Titonuevo preguntó a qué venían esas inches preguntas.
- El caso Paulette me tiene azorado, observó Simplicio.
Las luces de la ciudad confundían el humo de los autos con los cigarros que vagaban la calle.
- No te lastimes, todo va a quedar claro, las procuradurías ya están metidas en eso.
- Pero es el principio del Apocalipsis, reflexionó Simpli, hijo contra padre, padre contra hijo.
- Eso es historia vieja, no fue López contra Cárdenas, y luego el Chuco Ortega contra AMLO, es una historia bíblica con final conocido, sentenció Titonuevo.
Cuatro motociclistas de Seguridad Pública cruzaron frente al Templo confirmando la llegada del Apocalipsis y un aroma a pachuli cruzó la nariz de Simpli.
- Cinco por diez pesos, gritó-informó una punketa poniendo frente a ellos unas varitas mágicas.
- Todos creyeron lo que decían los padres. Nadie se permitió dudarlo, pensar qué algo había raro. Hasta el paladín de TVrisa le dio más de quince minutos en radio y en horario estelar, se quejó Simpli.
- Muchos motivos hubo, acotó Titonuevo, ya sabes que la democracia abrió el cambio en los medios. Su mirada se perdió en las mezclas que hacía Pecas, el cantinero. Colores diferentes se unían formando un trago extraño y adormecedor como el aire de la Cámara de Diputados.
“Ante el acoso de Palencia, el defensa regresa a su portería el balón con gran peligro, casi mete un autogol en su portería”, chilló el locutor del partido entre Pumas-Cruz Azul sin atender la redundancia de sus palabras.
- Es el Apocalipsis, volvió a decir Simple acicateado por el pachuli. Verás en el futuro medios avocados a platicarnos qué político se casa con que artistita, verás que los salarios de los obreros son minucias frente a los de los grandes funcionarios, verás a los políticos mentir para cubrir sus fallas…eso veraz incrédulo Titonuevo, sentenció Simpli y se levantó para escapara del pago de la cuenta.
- Pobre Simpli, no sabe aún qué Dios ha muerto, citó Titonuevo a Nietzsche.
- Pobre Titonuevo, no sabe aún qué tiene que pagar la cuenta, pensó Simpli cuando el aire caluroso de la tarde golpeó sus mejillas.
Dio vuelta en Madero y tomó por Palma. Al fondo quedaba el Museo itinerante que el presidente acababa de inaugurar y que mostraría a todos los mexicanos nuestra grandeza. “Tómala compa, que delante te va mejor”, dijo el del estacionamiento a su pareja.
En lugar de seguir avanzando por Palma, Simpli se metió a la Puerta del Sol. El español estaba a cargo y antes de preguntar preparó la bebida energizante para Simpli. Viejo conocido, tenía un lugar especial en la liberta de deudores, por eso se le atendía bien. Se acomodó al final de la única fila de gabinetes y sacó su libreta roja.
“Te juro madre que luego uno no quiere parecer pesimista, pero hay cosas que lo joden a uno. Seguro que cuando Iturbide se coronó emperador también firmó pacto con el diablo para que todo el que viva aquí crea que a este país se lo lleva el carajo. ¿Cómo nos e va uno a fregar la vida si escucha a puro político simple decir idioteces y no ver que este país se cae a pedazos? Pero es que también queremos ver todo mal, mal la convocatoria de Aguirre, mal el presidente, mal los partidos políticos, mal las chivas, mal hasta el inche menjurge que vende este español. En fin, que todo parece patas pa arriba y a pocos les interesa. Llenar la bolsa es lo primero, lo segundo salvar el pellejo, lo tercero quedar bien y luego…si me acuerdo, salvar al país. Bien se ven los niños con su fe en la bandera, con el himno en los labios. Falta llegar a la realidad, a la calle que te machuca las manos y que te pide monedas para todo. Lo malo es que nuestra clase política llegó pidiéndonos el voto y ahora se olvida que existimos. Metidos en sus oficinas creen que nos representan y dicen hablar en nuestro nombre, pero nada importa, más de la mitad de mexicanos vive en pobreza. Los que decían que lograrían disminuirla viven bien, comen bien y pasan de la vida como por la plaza, mojándose cuando les da calor. Y ¿quién hay que ponga la voz en alto? Nuestros medios de comunicación, esos que se ofertan en televisión o en los puestos de periódicos tienen en la publicidad su propia censura. Todos conocen el pasado de muchos ilustres políticos y ahora los promocionan como salvadores de la República. Tragedias van y vienen y las cosas no cambian. Le gente empieza a desesperarse. No esperan el Apocalipsis ni una nueva Revolución y ahí está el peligro….en un país que no sabe cómo sacar de la casa a los políticos que nos han hipotecado. Todos dicen que hay qué hacer algo, pero nadie dice qué: el 89 nos dejó sin Muro y referencias para creer en el futuro. Convócame a una marcha que dejaré de creer en ella a los cien pasos. Invítame a un partido político que cambiará todo para volverme de la nomenklatura y subir tres escalones sociales.”
Cuando Simpli deslizaba sus últimas nuevas cavilaciones en la hoja rayada, un amigo periodista cruzó la puerta de la cantina. Su pena se notaba desde cuadras atrás. Y al advertir que Simpli estaba ahí se acerco a la mesa buscando conseguir un trago gratis. Así era nuestro periodismo, que le íbamos a hacer y que le iremos a hacer.
Con la garganta más fresca el periodista se quejó, que otra cosa podía hacer un mexicano. Las cosas ya no eran igual, ahora las estrellitas manejaban la información, sin pararse en el lugar de los hechos describían estos, se acongojaban y sufrían. Pero eran tiempos de democracia donde la gente ya no reclamaba críticas o la verdad, sino solamente la espectacularidad, los escandaloso: “Patylu se casa con Cesar”, “Noroña grita en el Congreso”, Peña Nieto visita el Vaticano”. Así se confeccionaba la política de hoy, se quejó amargamente, ni hablar, dejemos las ideas, dejemos que todo se mueva para que nada pase. El juicio del periodista era contundente y Simpli no tuvo más remedio que levantar, una vez más, su copa para celebrar, la pregunta era ¿festejaba por esa nueva era en el periodismo o porque por fin los actores políticos lo serían?
El Apocalipsis, el apocalipsis, seguía repitiendo Titonuevo cuando los porteros lo lanzaron a la calle sin nada de valor, sin un solo centavo para llegar a su casa. México era demócrata, pero no fiaba.
jueves, 8 de abril de 2010
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