Todos recordamos la ineptitud del gobierno de Miguel de la Madrid y del regente Ramón Aguirre, que no supieron hacer frente a la catástrofe. La sociedad se organizó y superó las capacidades del Estado. Ante fenómenos de delincuencia generalizada, la sociedad se ha organizado también para linchar violadores, asesinos, asaltantes ... o agentes investigadores. Dos extremos de una misma línea, la sociedad organizada frente a la incapacidad del Estado, pero en un extremo rebasándolo, y en otro desvirtuando la verdadera función del mismo, el monopolio legítimo de la violencia.
En medio de los festejos del Bicentenario del inicio de la gesta independentista, la preocupación de todos porque pudiera ocurrir algún atentado, como ya lo vivimos hace dos años en Morelia cuando hubo un ataque durante las fiestas del 15 de septiembre. En muchas ciudades, la capital mexicana desde luego, la gente se volcó a las calles a ver el desfile monumental y los comentarios que he escuchado es que fue una gran fiesta, con mucha emoción. En otras, como ciudad Juárez, las imágenes son desgarradoras, una ceremonia privada, un alcalde impotente en la frontera entre la prudencia y la imbecilidad, con la fiesta pública cancelada.
Incidentes los hubo en la Ciudad de México. Algunos medios reportan la detención temporal de un policía con cartuchos, pero sin arma, en una zona que se suponía libre de armas. Nada grave finalmente. La sociedad se adueñó de las calles. Seguramente los terroristas (con una corta tradición en nuestro país) habrían tenido maneras de generar terror aún con la gente desbordada sobre el espacio público, pero era tan grande el reto que mejor piensan en sociedades mucho más quebradas ... como Juárez.
¿Qué haría Juárez frente a un terremoto, inundación o alguna otra catástrofe natural? Fuera de la sequía es difícil que sufran una emergencia. Sin embargo, es muy probable que frente a situaciones como la del Distrito Federal hace 25 años o la actual de Veracruz, o la de hace unos meses en Monterrey, los juarenses exhibieran muestras de solidaridad espontánea. Ante el temor, el gobierno cobarde de José Reyes se encierra alegando prudencia y pone a la gente aún más vulnerable. No podían garantizar seguridad, no podían hacer una convocatoria creíble, prefirieron llorar como niños y cancelar la fiesta. Esto también es el Bicentenario.
La sociedad en las calles da seguridad. El gobierno en privado dando un supuesto grito de independencia o un lamento de cobardía, en el estado que fue el último reducto independiente durante los tres años del imperio de Maximiliano. Juárez lleva ese nombre en honor a la valentía de Benito Juárez. Incapaces las autoridades de sacar a la gente de sus casas, la invitan a encerrarse hasta donde llegarán los sicarios.
Esa es la diferencia entre 1985 y 2010. En el primer caso la sociedad rebasa al gobierno, en el segundo, el gobierno ante su incapacidad sólo se aboca a desmantelar los últimos lazos de solidaridad entre sus habitantes. La ciudad no existe. El Estado tampoco.
El ejemplo del Bicentenario debería repetirse año con año: cerrar Paseo de la Reforma, desfilar hasta el Centro Histórico, hacer que el festejo no se quede sólo en el zócalo o las plazas de las delegaciones. Será un gran aporte del gran gasto que se realizó esta vez y del fracaso para erigir monumentos que no estuvieron a tiempo. El mayor monumento (el editor de Excélsior, Marco Gonsen, bromeaba que Miss Universo era el único monumento que estuvo a tiempo para el Bicentenario) de estos festejos, el más sólido incluso, habrá sido la sociedad.
Lo que sigue, más allá de todas las noches del 15 de septiembre, en lo futuro, es construir una política pública basada en la convivencia, la cooperación y el respeto. El sábado 18 tuve que soportar música desde el amanecer hasta el anochecer en foro al aire libre que la demagogia de la delegación Coyoacán construyó en la pasada administración. Hubo comida gratis. Esa no es la convivencia que necesitamos, lo que necesitamos tejer son lazos de solidaridad: buenos vecinos, hoy me prestas unos limones, mañana yo riego tus plantas; buenos compañeros del espacio público, te cedo el paso y no compito por él; buenos ciudadanos.
¿Habría sido distinta la respuesta en 1985 con una sociedad mejor organizada? Ni hubiéramos tenido las ineptitudes de Ramón Aguirre y sus delegados, ni un presidente empequeñecido, pero seguramente la respuesta social habría sido aún más efectiva. Una atención más rápida, un muerto menos habría valido la pena, una reconstrucción en la zona central. Quizá nos habríamos evitado construir Santa Fe si con lazos más estrechos nos hubiéramos dado cuenta que no debíamos abandonar la ciudad central, sino justo fortalecerla ... como finalmente está ocurriendo 25 años después.
Al final de cuentas, aquella frase que dice Cada pueblo tiene el gobierno que se merece, tiene mucho de verdad. Si no construimos una sociedad fuerte, no tendremos un gobierno fuerte. Comparto aquí la tesis que ayer expuso en Excélsior Victor Beltri. A sociedad más participativa, más organizada, gobierno más efectivo. No es al revés, ni son procesos independientes.
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