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miércoles, 22 de septiembre de 2010

PENSAR MÁS ALLÁ SOBRE MÉXICO

José Alberto Márquez Salazar

 

 

Durante la celebración del Bicentenario de la Independencia de México, en diversos espacios se discutió el SER mexicano. Dos líneas corrían en estos meses: la de una élite (en general) que participó tanto en los festejos como en las reflexiones; y la de una gran cantidad de personas que atendían a la celebración de acuerdo con lo que los medios de comunicación señalaban.

 

El 15 de septiembre, la celebración que era del "pueblo" se convirtió en un asunto mediático y la Plaza de la Constitución dejó de ser espacio público para convertirse en un espacio privado-institucional. No es que lo mediático no sea importante, pero cuando éste rebasa la esencia, las cosas pierden sentido. Con diferentes matices, autoridades federales (Alonso Lujambio) y locales (Moreno Brizuela) convocaron a no asistir al espacio público ubicado en el centro político de México. La celebración gris de la Presidencia de la República fue más opacada por el temor ciudadano de que algún acto inédito y violento apareciera.

 

En un artículo de publicado en los noventas, Federico Reyes Heroles escribió sobre nuestra cultura de la pobreza. Una persona de escasos recursos hará todo lo posible para festejar en un evento importante aunque con eso se endeude y agote todos sus recursos. La celebración del Bicentenario demostró que un gobierno que prometió empleo tiró en unas cuantas horas millones de pesos que podían ser utilizados para la producción. Lo dijo cándidamente el Secretario de Educación Pública al explicar en el Senado de la República una parte del gasto: "Lo invito a verla Don Ricardo, realmente se va a emocionar, agrupa 500 piezas de arte; esto no es un gasto, es una inversión, queda para el futuro". ¡Claro que debe estar bonita!, costo 168 millones de pesos.

 

Hace poco más de cien años, las fiestas del centenario eran un motivo de unidad para la clase política que buscó enaltecer la figura de Porfirio Díaz, como salvador de la República y héroe de la estabilidad que se creía había. La revolución liberal que busco ficticiamente construir un Estado con Ciudadanos había dejado paso a la realidad: un país lleno de contrastes donde la sobrevivencia eran un factor de mayor importancia superior al de integrarse a un supuesto pacto nacional; desheredados por la Colonia buscábamos bienestar y no ciudadanía. La élite política se cansó pronto y mejor construyeron su mundo ideal. Hoy, quienes exaltan las virtudes de nuestros héroes Liberales deberán aceptar que una parte de la razón la tenían los Conservadores. No somos una nación de héroes impolutos; nuestros errores nos matizaron, pero al negarlos no hemos aprendido de ellos.

 

Hoy, pocos nieguen que las condiciones se repiten: nuestros grupos políticos, o quizá dos, están alejados del sentir ciudadano y sus agendas no reportan el más mínimo destello de atención; todo parece entrar en una época de crisis: el deporte, la música, la educación. Parecería que las trompetas de tiempos oscuros en México empiezan a ser escuchadas por mucha gente.

 

En el XIX los liberales construyeron una especia de gobierno representativo que distaba mucho de ser democrático. Su lucha fue por dejar atrás la Colonia y ganar a los Conservadores el espacio de poder. Nuestra transición nació para dejar atrás al sistema de partido único y disminuir el Presidencialismo, fue un actor reactivo en lugar de proactivo. Seguimos en una ficción democrática que tiene más problemas porque cada vez tiene menos visos de representación.

 

Si los ciudadanos mexicanos vamos a cambiar este sistema tenemos que ir construyendo desde cada espacio de la República nuevas propuestas. Tenemos que refundar la República bajo nuevos conceptos y bajo nuevos modelos correspondientes a nuestra realidad. Al grito de "Abajo el mal gobierno", hay que sumar las ideas liberales y conservadoras que hicieron nacer nuestra Nación.

 

Al recordar este Bicentenario, la propaganda oficial pide HÉROES para hacer de México un gran país. La convocatoria tiene grandes halos de redención, quizá por la culpa que sienten muchos gobernantes. La redención solamente produce tumbas y necesidad de nuevos héroes para vengar la afrenta.

 

México no necesita héroes, necesitamos que cada quien haga su trabajo y lo haga bien; construir en lugar de destruir; proponer en lugar de posponer. México no necesita héroes, necesita CIUDADANOS. Hoy si los podemos construir, los conceptos están ahí: libertad, participación, responsabilidad, convivencia, respeto. Pedir menos, dar más. Pedir y exigir nuestra ciudadanía, construir nuestra ciudadanía.

 

Nuestra posibilidad es pensar más allá a México, lejos de nuestros lastres mentales que Samuel Ramos, Octavio Paz, Roger Bartra nos han descrito y que aún seguimos sin superar. Tenemos que invertir en nuestra cultura ciudadana, esa sí es para el futuro.

 

 

marquezdoyle@yahoo.com.mx

 


 

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