El bloguero de la megablógolis

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lunes, 27 de septiembre de 2010

Desde Hong Kong


Escribo estas líneas desde Hong Kong. Impresionante la vida en vertical. No es un modelo de ciudad que nos inspire a retomar en la ciudad de México, pero sí me hace valorar lo que tenemos. En posteriores colaboraciones presentaré imágenes. Sin embargo, quiero destacar las dimensiones del espacio público. Como todos viven en edificios de más de 30 pisos, y trabajan también en rascacielos, la gente no cabe en las calles, así que el espacio público ha sido trasladado hacia el espacio privado. Esta paradoja, lleva a un dato curioso: hace aproximadamente medio siglo que Hong Kong ya no hace calles, en todo caso se construyen autopistas que terminan en estacionamientos. La gente sale a las pasarelas y de la mano de un complejo transporte público, que sin embargo no deja de tener sus elementos “tropicales”, se mueve por toda la ciudad a veces en condiciones no tan convenientes, pues aquí el peatón es el último en la escala de prioridades, siendo el taxi el que está en la cumbre.
Frente a las zonas de baja densidad, de muchas ciudades mexicanas y parte de la ciudad de México, la vida en vertical de Hong Kong tiene también sus inconvenientes. No hay parques internos, si acaso, pequeños rincones en donde está presente el elemento agua, algunas bancas sombreadas y un rincón para hacer ejercicio. Esos pequeños sitios están escoltados siempre por grandes edificios.
Hong Kong me hace valorar mucho más el espacio público, esos sitios que deben ser de todos y que en México solemos privatizar por la vía del ambulantaje, la basura, los estorbos, los vehículos, pero que finalmente estamos llenos de ellos. Frente a mi ventana, en este momento, el paisaje que tengo es el de edificios de más de 30 pisos, no sé, una docena de ellos de un lado, media docena del otro. Los espacios visuales son también importantes. Hong Kong se olvida de ellos, nosotros igual. Azoteas grises dominan el paisaje chilango. Cajas de aire acondicionado frente a mí. Tal vez cientos.
¿Qué ciudad queremos? Es una reflexión que yo me hago todos los días, pero hacia donde debemos llegar es a una reflexión colectiva, donde cada individuo y cada familia decidan si la realidad que viven es la que debe permanecer o aspiran a la transformación. Los que leen este espacio, al igual que yo, aspiramos a la transformación, a la discusión sobre ese futuro, pero cómo hacer para que todos participen de esta discusión. Al final de cuentas ni la Ciudad de México ni Hong Kong parecen estar discutiendo esto. El modelo de aquí va construyéndose sobre su propia inercia al igual que el nuestro. Nosotros le ponemos el segundo piso al Periférico y Hong Kong se lo pone a sus principales plazas. Y ellos creen que están bien. ¿Y nosotros?

viernes, 24 de septiembre de 2010

miércoles, 22 de septiembre de 2010

PENSAR MÁS ALLÁ SOBRE MÉXICO

José Alberto Márquez Salazar

 

 

Durante la celebración del Bicentenario de la Independencia de México, en diversos espacios se discutió el SER mexicano. Dos líneas corrían en estos meses: la de una élite (en general) que participó tanto en los festejos como en las reflexiones; y la de una gran cantidad de personas que atendían a la celebración de acuerdo con lo que los medios de comunicación señalaban.

 

El 15 de septiembre, la celebración que era del "pueblo" se convirtió en un asunto mediático y la Plaza de la Constitución dejó de ser espacio público para convertirse en un espacio privado-institucional. No es que lo mediático no sea importante, pero cuando éste rebasa la esencia, las cosas pierden sentido. Con diferentes matices, autoridades federales (Alonso Lujambio) y locales (Moreno Brizuela) convocaron a no asistir al espacio público ubicado en el centro político de México. La celebración gris de la Presidencia de la República fue más opacada por el temor ciudadano de que algún acto inédito y violento apareciera.

 

En un artículo de publicado en los noventas, Federico Reyes Heroles escribió sobre nuestra cultura de la pobreza. Una persona de escasos recursos hará todo lo posible para festejar en un evento importante aunque con eso se endeude y agote todos sus recursos. La celebración del Bicentenario demostró que un gobierno que prometió empleo tiró en unas cuantas horas millones de pesos que podían ser utilizados para la producción. Lo dijo cándidamente el Secretario de Educación Pública al explicar en el Senado de la República una parte del gasto: "Lo invito a verla Don Ricardo, realmente se va a emocionar, agrupa 500 piezas de arte; esto no es un gasto, es una inversión, queda para el futuro". ¡Claro que debe estar bonita!, costo 168 millones de pesos.

 

Hace poco más de cien años, las fiestas del centenario eran un motivo de unidad para la clase política que buscó enaltecer la figura de Porfirio Díaz, como salvador de la República y héroe de la estabilidad que se creía había. La revolución liberal que busco ficticiamente construir un Estado con Ciudadanos había dejado paso a la realidad: un país lleno de contrastes donde la sobrevivencia eran un factor de mayor importancia superior al de integrarse a un supuesto pacto nacional; desheredados por la Colonia buscábamos bienestar y no ciudadanía. La élite política se cansó pronto y mejor construyeron su mundo ideal. Hoy, quienes exaltan las virtudes de nuestros héroes Liberales deberán aceptar que una parte de la razón la tenían los Conservadores. No somos una nación de héroes impolutos; nuestros errores nos matizaron, pero al negarlos no hemos aprendido de ellos.

 

Hoy, pocos nieguen que las condiciones se repiten: nuestros grupos políticos, o quizá dos, están alejados del sentir ciudadano y sus agendas no reportan el más mínimo destello de atención; todo parece entrar en una época de crisis: el deporte, la música, la educación. Parecería que las trompetas de tiempos oscuros en México empiezan a ser escuchadas por mucha gente.

 

En el XIX los liberales construyeron una especia de gobierno representativo que distaba mucho de ser democrático. Su lucha fue por dejar atrás la Colonia y ganar a los Conservadores el espacio de poder. Nuestra transición nació para dejar atrás al sistema de partido único y disminuir el Presidencialismo, fue un actor reactivo en lugar de proactivo. Seguimos en una ficción democrática que tiene más problemas porque cada vez tiene menos visos de representación.

 

Si los ciudadanos mexicanos vamos a cambiar este sistema tenemos que ir construyendo desde cada espacio de la República nuevas propuestas. Tenemos que refundar la República bajo nuevos conceptos y bajo nuevos modelos correspondientes a nuestra realidad. Al grito de "Abajo el mal gobierno", hay que sumar las ideas liberales y conservadoras que hicieron nacer nuestra Nación.

 

Al recordar este Bicentenario, la propaganda oficial pide HÉROES para hacer de México un gran país. La convocatoria tiene grandes halos de redención, quizá por la culpa que sienten muchos gobernantes. La redención solamente produce tumbas y necesidad de nuevos héroes para vengar la afrenta.

 

México no necesita héroes, necesitamos que cada quien haga su trabajo y lo haga bien; construir en lugar de destruir; proponer en lugar de posponer. México no necesita héroes, necesita CIUDADANOS. Hoy si los podemos construir, los conceptos están ahí: libertad, participación, responsabilidad, convivencia, respeto. Pedir menos, dar más. Pedir y exigir nuestra ciudadanía, construir nuestra ciudadanía.

 

Nuestra posibilidad es pensar más allá a México, lejos de nuestros lastres mentales que Samuel Ramos, Octavio Paz, Roger Bartra nos han descrito y que aún seguimos sin superar. Tenemos que invertir en nuestra cultura ciudadana, esa sí es para el futuro.

 

 

marquezdoyle@yahoo.com.mx

 


 

lunes, 20 de septiembre de 2010

Tanta sociedad como sea posible ...

A la par que conmemoramos 25 años del terremoto de 1985 vemos inundaciones en todo el estado de Veracruz. Unos días atrás fue la zona sur del estado. El 17 entró el huracán Karl e inundó el centro - norte. La situación es grave (recomiendo visitar el blog http://ayudaaveracruz.blogspot.com/ para ver cómo ayudar). No hablaré del tema Veracruz en sí, sino de cómo crear sociedad.

Todos recordamos la ineptitud del gobierno de Miguel de la Madrid y del regente Ramón Aguirre, que no supieron hacer frente a la catástrofe. La sociedad se organizó y superó las capacidades del Estado. Ante fenómenos de delincuencia generalizada, la sociedad se ha organizado también para linchar violadores, asesinos, asaltantes ... o agentes investigadores. Dos extremos de una misma línea, la sociedad organizada frente a la incapacidad del Estado, pero en un extremo rebasándolo, y en otro desvirtuando la verdadera función del mismo, el monopolio legítimo de la violencia.

En medio de los festejos del Bicentenario del inicio de la gesta independentista, la preocupación de todos porque pudiera ocurrir algún atentado, como ya lo vivimos hace dos años en Morelia cuando hubo un ataque durante las fiestas del 15 de septiembre. En muchas ciudades, la capital mexicana desde luego, la gente se volcó a las calles a ver el desfile monumental y los comentarios que he escuchado es que fue una gran fiesta, con mucha emoción. En otras, como ciudad Juárez, las imágenes son desgarradoras, una ceremonia privada, un alcalde impotente en la frontera entre la prudencia y la imbecilidad, con la fiesta pública cancelada.

Incidentes los hubo en la Ciudad de México. Algunos medios reportan la detención temporal de un policía con cartuchos, pero sin arma, en una zona que se suponía libre de armas. Nada grave finalmente. La sociedad se adueñó de las calles. Seguramente los terroristas (con una corta tradición en nuestro país) habrían tenido maneras de generar terror aún con la gente desbordada sobre el espacio público, pero era tan grande el reto que mejor piensan en sociedades mucho más quebradas ... como Juárez.

¿Qué haría Juárez frente a un terremoto, inundación o alguna otra catástrofe natural? Fuera de la sequía es difícil que sufran una emergencia. Sin embargo, es muy probable que frente a situaciones como la del Distrito Federal hace 25 años o la actual de Veracruz, o la de hace unos meses en Monterrey, los juarenses exhibieran muestras de solidaridad espontánea. Ante el temor, el gobierno cobarde de José Reyes se encierra alegando prudencia y pone a la gente aún más vulnerable. No podían garantizar seguridad, no podían hacer una convocatoria creíble, prefirieron llorar como niños y cancelar la fiesta. Esto también es el Bicentenario.

La sociedad en las calles da seguridad. El gobierno en privado dando un supuesto grito de independencia o un lamento de cobardía, en el estado que fue el último reducto independiente durante los tres años del imperio de Maximiliano. Juárez lleva ese nombre en honor a la valentía de Benito Juárez. Incapaces las autoridades de sacar a la gente de sus casas, la invitan a encerrarse hasta donde llegarán los sicarios.

Esa es la diferencia entre 1985 y 2010. En el primer caso la sociedad rebasa al gobierno, en el segundo, el gobierno ante su incapacidad sólo se aboca a desmantelar los últimos lazos de solidaridad entre sus habitantes. La ciudad no existe. El Estado tampoco.

El ejemplo del Bicentenario debería repetirse año con año: cerrar Paseo de la Reforma, desfilar hasta el Centro Histórico, hacer que el festejo no se quede sólo en el zócalo o las plazas de las delegaciones. Será un gran aporte del gran gasto que se realizó esta vez y del fracaso para erigir monumentos que no estuvieron a tiempo. El mayor monumento (el editor de Excélsior, Marco Gonsen, bromeaba que Miss Universo era el único monumento que estuvo a tiempo para el Bicentenario) de estos festejos, el más sólido incluso, habrá sido la sociedad.

Lo que sigue, más allá de todas las noches del 15 de septiembre, en lo futuro, es construir una política pública basada en la convivencia, la cooperación y el respeto. El sábado 18 tuve que soportar música desde el amanecer hasta el anochecer en foro al aire libre que la demagogia de la delegación Coyoacán construyó en la pasada administración. Hubo comida gratis. Esa no es la convivencia que necesitamos, lo que necesitamos tejer son lazos de solidaridad: buenos vecinos, hoy me prestas unos limones, mañana yo riego tus plantas; buenos compañeros del espacio público, te cedo el paso y no compito por él; buenos ciudadanos.

¿Habría sido distinta la respuesta en 1985 con una sociedad mejor organizada? Ni hubiéramos tenido las ineptitudes de Ramón Aguirre y sus delegados, ni un presidente empequeñecido, pero seguramente la respuesta social habría sido aún más efectiva. Una atención más rápida, un muerto menos habría valido la pena, una reconstrucción en la zona central. Quizá nos habríamos evitado construir Santa Fe si con lazos más estrechos nos hubiéramos dado cuenta que no debíamos abandonar la ciudad central, sino justo fortalecerla ... como finalmente está ocurriendo 25 años después.

Al final de cuentas, aquella frase que dice Cada pueblo tiene el gobierno que se merece, tiene mucho de verdad. Si no construimos una sociedad fuerte, no tendremos un gobierno fuerte. Comparto aquí la tesis que ayer expuso en Excélsior Victor Beltri. A sociedad más participativa, más organizada, gobierno más efectivo. No es al revés, ni son procesos independientes. 

sábado, 18 de septiembre de 2010

Rueda el Mundo.mp4

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Celebremos el cumpleaños de Porfirio Díaz

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lunes, 13 de septiembre de 2010

Una forma práctica de ser demócratas

En las últimas semanas he estado dando vueltas al tema de San Lázaro. ¿Qué hacer con San Lázaro? Es un buen ejemplo del caos nacional. Simbólicamente el presidente (Palacio Nacional) le da la espalda al Congreso (Palacio Legislativo) que además queda encerrado entre un barrio olvidado, dos avenidas y un puente que lo separa de un parque. En los alrededores tenemos 3 líneas del metro y la Terminal de Autobuses de Pasajeros de Oriente (TAPO). También se halla la histórica cárcel de Lecumberri, hoy convertida en Archivo General de la Nación, y el Palacio Judicial. En el caso de las estaciones Candelaria y San Lázaro de la línea 1, tenemos la obra de Félix Candela, destacado arquitecto Español - Mexicano del siglo XX. La TAPO es una obra arquitectonica importante también, y me agrada igualmente la estación San Lázaro de la línea B del metro. Sin embargo, todo está desarticulado.

Uno de los elementos que me ha resultado más absurdo de la zona, es su desvinculación con el Centro Histórico, pese a su cercanía. Caminar desde San Lázaro hacia el Zócalo es una acción arriesgada: el barrio de la Candelaria de los Patos no tiene muy buena fama y entre Congreso de la Unión y Circunvalación hay inseguridad. El Congreso no tiene una plaza que permita la observación, no tiene un espacio de apropiación por parte de los ciudadanos. El Congreso tiene enfrente una estación del metro superficial, que para colmo es la línea más subutilizada. Varios proyectos con mucha menor inversión han logrado superar los aproximadamente 90 mil pasajeros que llegan a la línea 4. Los trolebuses de Eje Central transportan 115 mil pasajeros. La línea 2 del Metrobús tiene ya más de 150 mil pasajeros, la 1 supera los 350 mil. El tren ligero sobrepasa los 100 mil pasajeros.

¿Qué hacer con la línea 4 del metro? ¿Qué hacer con el espacio público en un área tan acorde con el orgullo que tenemos de nuestro Poder Legislativo? Dignificar San Lázaro, convertirlo en un gran espacio público en el que se mueven decenas de miles de pasajeros al día, para darle vida y fuerza a un Congreso que debiera ser orgullo de todos los mexicanos y no el patio trasero del Palacio Nacional.

Tengo claro que la avenida Eduardo Molina, detrás del Palacio Legislativo, tiene que ser rediseñada para que los autos pasen a una velocidad moderada, sin riesgos, con señalización y con un gran paso peatonal a nivel entre los puntos más importantes de la zona. Las banquetas deben ser ampliadas, la iluminación debe mejorar, el Centro de Transferencia Modal debe ser transformado, etc. Hay muchas cosas que pueden hacerse. Sin embargo, me parece que el meollo de la transformación no está en la TAPO y la estación San Lázaro, sino frente al Congreso.

Si la línea 4 del metro tuviera mucha demanda, podría justificarse una obra subterránea frente al Palacio Legislativo que lo uniera con el Centro Histórico. Como no es el caso ¿qué hacer?

Respecto a la línea 4 del metro tengo muchas reflexiones y proyectos que habrá que analizar:

1) Unirla con la línea 6 del metro

2) Ampliarla al sur 2 kilómetros hasta que coincida con la línea 2 del metro, ya sea en Xola o Viaducto

3) Expandirla hacia el Poniente en distintas alternativas para mejorar la oferta de transporte en zonas relativamente céntricas

4) Expandirla hacia el Sur hasta el Estadio Azteca, corriendo en paralelo a la línea 2 del metro, y en un tramo en sustitución del tren ligero sobre su derecho de vía.

5) Cortarla en Fray Servando y crecerla hacia el Centro y posteriormente hacia Reforma o Marina Nacional, pero hacer subterráneo el tramo frente al Palacio Legislativo

6) Desmantelarla y transformar la Av. Congreso de la Unión en un parque lineal con un servicio de Metrobús que sustituya al metro, con mejores frecuencias de paso y la atención del Eje 2 Oriente hasta Miramontes o incluso hasta Vaqueritos.

Seguramente podrían surgir más proyectos. ¿Cuál sería la obligación de la autoridad?

Un simple cálculo me dice que la línea 4 del metro, con sus 10 kilómetros, debe tener un costo de operación de aproximadamente 400 millones de pesos al año. La cifra sale de multiplicar un costo de operación de 1 dólar por pasajero, por poco más de 300 mil pasajeros al año. Se estima que el costo de operación del metro es un poco menor, como de .75 centavos de dólar, pero considerando que es una línea subutilizada su costo por pasajero debe ser un tanto mayor. El costo es demasiado elevado para el beneficio que otorga a sus usuarios, y por sí solo, el costo de una alternativa de transporte (un servicio de buenos autobuses que pasaran cada minuto en hora pico y que perfectamente podrían atender a los pasajeros de esta línea), a 100 millones de pesos anuales un servicio de autobuses integrado con el metro con la misma tarifa de 3 pesos, podría pagar el costo de desmantelar total o parcialmente la línea 4 del metro y transformar su corredor.

La obligación de la autoridad, me parece, es evaluar las alternativas posibles. Identificar qué tramos de la línea 4 valen la pena, qué materiales pueden reutilizarse en otras líneas, cuánto nos ahorramos si asignamos los trenes de la línea 4 a otras líneas, cuánto nos cuesta y cuánto nos beneficia cada una de las alternativas. Ahora bien, como todos los gobernantes prefieren presumir cuántos kilómetros de metro hicieron y no cuántos desmantelaron ¿sería algún gobernante capaz de publicar los análisis costo - beneficio de cada una de las alternativas, junto con las maquetas y los proyectos que implican y dejar que la gente opinara?

A menudo las Evaluaciones Sociales de Proyecto y los Análisis Costo Beneficio se ajustan para favorecer a algún proyecto. Lo que yo propongo aquí es que un tema como el que menciono (la transformación del corredor del Eje 2 Oriente y la integración de San Lázaro con el Centro Histórico) analice públicamente Costo - Beneficio de las principales alternativas, lo haga público para conocer, por un lado cómo valora la gente las posibles alternativas, y por otro qué opinan otros especialistas del trabajo hecho por los especialistas contratados para realizar los estudios Costo - Beneficio y las Evaluaciones Sociales de Proyecto.

Una sociedad responsable tendría que estar haciendo públicas sus evaluaciones para las grandes inversiones de la ciudad, o las de mayor impacto. Esa es la verdadera democracia, y no el que un gobernante pregunte a sus ciudadanos si quiere que la línea 12 del metro vaya a Tláhuac o a Coapa.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Garantías básicas para los ciudadanos (parte 2)

Por José Alberto Márquez Salazar


En el año de 1925 los habitantes del Distrito Federal tuvieron una de sus últimas elecciones de autoridades municipales hasta que en 1988 volvieron a recuperara ese derecho para elegir a los integrantes de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal. Más de sesenta años de ausencia democrática se conjugaron con factores naturales –el sismo de 1985- para que los ciudadanos exigieran su participación en la elección de autoridades y de representantes ante ellas.

La Asamblea Legislativa tuvo desde su inicio dos objetivos fundamentales: crear bandos y ordenanzas y servir de lazo conductor entre el gobierno delegado por el presidente al Departamento del Distrito Federal y los habitantes de la entidad. Su papel de gestor fue primordial para encauzar mucha presión que los nuevos movimientos sociales venían generando. Por esa razón es que la Asamblea es vista todavía como ese órgano de atención ciudadana que los diferencia con otros órganos legislativos en las entidades y a nivel federal. No es que los otros órgano no tengan espacio para la atención ciudadana, sino que la mayoría de ellos fueron creados para generara las normas y se eje de la representación ciudadana.

Existen algunos puntos que es preciso analizar en torno a lo que denominamos atención ciudadana. Primero debemos señalar que el concepto puede atenderse y entenderse desde diversas ópticas: la orientación, la asesoría, la recepción de quejas y la gestión. La atención es la respuesta que se brinda al ciudadano en relación con un acto o cuestionamiento planteado; la orientación es aquella información que se brinda al ciudadano sobre la forma acertada y adecuada de llevar a cabo un trámite sobre un asunto específico; la asesoría es un consejo técnico y preciso que otorga una persona capacitada que informará a los ciudadanos los canales adecuados para dar respuesta y solución a un hecho en particular; y la queja es una observación en particular sobre un hecho que vulnera o perjudica la integridad o esfera jurídica de las personas, situándolas en un estado de indefensión o molestia al no recibir la respuesta prudente y oportuna de las autoridades, servidores públicos, dependencias gubernamentales u órganos desconcentrados en materia administrativa o judicial.

Dadas las definiciones, para objeto de la Ley pro derecho Ciudadano, es necesario dejar de lado el concepto de la gestión que ha sido definida por el Reglamento para el Gobierno Interior de la Asamblea Legislativa. De acuerdo con ello, “…la gestión social es la acción a través de la cual la Asamblea, por medio del Pleno, del Comité de Atención, Orientación y Quejas Ciudadanas, de los Módulos de Atención, Orientación y Quejas Ciudadanas o alguno de los Diputados, demanda de la autoridad administrativa competente la realización, continuación o suspensión de una acción pública relacionada con los intereses de la colectividad o con los derechos de los habitantes del Distrito Federal.” Por su nacimiento, la Asamblea definió perfectamente el concepto de la gestión social, pero no definió cuáles podrían ser las áreas de atención: la asesoría, la recepción de quejas, la orientación, etcétera.

Definir los conceptos nos ayuda a que los ciudadanos tengan mejores herramientas e instrumentos en su acercamiento con las instituciones de la administración pública y sus órganos de representación. Uno de los principales elementos que debe integrar la ley pro derechos ciudadanos es la definición puntual que permita el ciudadano empoderarse del concepto en la práctica. En otras palabras, es necesario que el ciudadano sepa de qué hablamos para que entonces pueda ejercer su derecho.

Es pertinente señalar que en este artículo nos referimos principalmente a las demandas que los ciudadanos realizan sin que éstas tengan una orientación política. Es decir, entre el conjunto de lo que denominamos “las demandas” podemos encontramos las que tienen que ver con grupos políticos y las que un ciudadano en particular o un grupo de vecinos realizan con la única pretensión de resolver su problema.

Como todos sabemos, la ciudad de México es la entidad donde conviven el mayor número de manifestaciones, plantones y marchas y donde se aglutina el mayor número de demandas. Esto porque en ella se encuentran la mayoría de las instituciones, tanto locales como federales y el Senado de la República y la Cámara de Diputados, sin descontar la Asamblea Legislativa. Inclusive a órganos e instituciones locales del Distrito Federal llegan grupos del interior de la República que demandan ser atendidos aún cuando los problemas tienen que ver con su entidad y su gobierno local. Sea cual fuese el origen de la demanda, lo importante para los órganos de la administración y los órganos de representación es construir instrumentos que agilicen la demanda de los ciudadanos y hacerlo buscando excluir toda intención de politizar los asuntos. Es evidente que para muchos parece un suicidio no obtener beneficio político de la gestión, la atención, la orientación y la asesoría que se brindan. Sin embargo, los ciudadanos buscan gobiernos y representantes más responsables de sus tareas básicas.

Es importante recordar que la Administración Pública tiene sentido solamente por la existencia de los ciudadanos. Su principal función es servir a los ciudadanos que son sus impuestos cubren el costo de esos servicios y con el voto, eligen a quienes deben administrar. De acuerdo con el artículo siete de la Ley Orgánica de la administración Pública del Distrito Federal: “Los actos y procedimientos de la Administración Pública del Distrito Federal, atenderán a los principios de simplificación, agilidad, economía, información, precisión, legalidad, transparencia e imparcialidad.” Los ciudadanos son el principal motor de la Administración Pública. Cuando la autoridad no realiza los programas que los beneficien o no resuelve los problemas, es cuando acuden a reclamar o solicitar apoyo.

Si los diversos grupos gobernantes e instituciones buscan restablecer la relación con sus gobernados, la atención ciudadana y la garantía de atención es un paso que sumado a normas claras y eficientes mecanismos institucionales van a abrir mejores caminos para el Distrito Federal en su camino hacía su construcción como estado 32.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Las autopistas que vienen

Hace uno o dos meses, Fernando Aboitiz, nuestro visionario Secretario de Obras, dijo que con las autopistas de cuota que se construirán, la Ciudad de México estará 5 años adelante en materia de infraestructura vial. De esta afirmación ya nos hemos burlado un poco, pero quisiera reflexionar un tanto más para ver por qué rumbo irán las siguientes locuras de nuestros gobernantes.

Esta semana se inició la reversibilidad de Río San Joaquín. El primer día fue caótico, pero poco a poco se pusieron de acuerdo en las reglas y supongo la tendencia será a que los más afectados (es decir, a los que les quitan carriles útiles por la reversibilidad) encuentren otra ruta. El argumento para la reversibilidad de Río San Joaquín fue el de las obras del segundo piso en el Distrito Federal. Sin embargo, como casualidad tenemos la ampliación del segundo piso en el Estado de México que se abrió este fin de semana. Es decir, no es por las obras en el DF sino porque el Viaducto Bicentenario no tiene dónde bajar ... porque jamás debió haber sido hecho.

Antes el tráfico de Periférico hacia el sur terminaba en San Jerónimo. Con el segundo piso ahora comienza en San Jerónimo. El segundo piso también saturó la parte central de Periférico. Mejoró la conectividad entre la Colonia del Valle y Pedregal más San Jerónimo, pero saturó otras zonas.

La Supervía entre Luís Cabrera y Santa Fe tenderá a saturar no sólo Luís Cabrera sino las vialidades de la zona. En realidad, la Supervía sola entraría en crisis si no se construye el segundo piso de San Jerónimo hacia el Tlalpan. Los autos no tendrían a dónde salir. Pero aparentemente se construirá: entonces el nuevo tráfico de Santa Fe a San Jerónimo se canalizará por el nuevo Viaducto. Hasta ahí todo bien, pero ¿a dónde desembocarán en la zona central? PUNTO DE PRESIÓN #1 ¿a dónde desembocarán en la zona oriente? PUNTO DE PRESIÓN #2

Río San Joaquín no quedó vacía con la reversibilidad. Es evidente que se saturará conforme se incorpore más tráfico desde el Estado de México, al menos mientras se construyen los segundos pisos en el DF, que a fin de cuentas tienen sentido por el Viaducto Bicentenario, y no sin éste. ¿A dónde desembocará el tráfico que se incremente en Río San Joaquín? PUNTO DE PRESIÓN #3

Las siguientes genialidades. Como el señor del Te lo firmo y te lo cumplo se siente muy orgulloso de su Viaducto Bicentenario, su sucesor estará pensando en alguna obra espectacular en esta materia. De hecho, ya Arturo "la rata" Montiel (cómo durmió, por cierto) inició con las autopistas urbanas con la Jorobas - Peñón - Texcoco. Esto nos dice que pronto se les ocurrirá alguna genialidad más a los priístas del Estado de México.

En el DF ¿Será que el próximo gobernante sólo piensa en el transporte público o se inventa una nueva genialidad?

Bueno, me anticiparé a las genialidades que preveo para los años 2011 a 2017. Lo digo no para que las recibamos con aplauso, sino para pensar la manera de oponernos desde ahora:

1. El segundo piso del Periférico presionará para ampliarse sobre Viaducto Becerra hacia Viaducto Piedad
2. La autopista elevada de la caseta de Cuernavaca presionará para ampliarse sobre Tlalpan hacia el Centro
3. El segundo piso del Periférico bajará a un gran colapso en Cuemanco, por lo que presionará ya sea para la construcción de los carriles centrales y luego un viaducto elevado por Canal de Garay, o bien, para un viaducto elevado desde Cuemanco hasta Constitución de 1917.
4. El congestionamiento en Río San Joaquín presionará para un segundo piso sobre Río San Joaquín, que a su vez desemboque en un tramo elevado para el Circuito Interior, quizá desde la salida a Insurgentes hasta Tacubaya.
5. El Estado de México buscará nuevos nichos de servicio en la zona oriente, con alguna autopista de Indios Verdes a Ecatepec por la Vía Morelos, o quizá el túnel entre Coacalco y Tlalnepantla, atravesando la Sierra de Guadalupe.
6. Ya antes Ebrard propuso un túnel entre La Raza y la salida a Pachuca, que tomaría mayor fuerza si se construye un elevado sobre el Circuito Interior

Al final de cuentas, cualquiera de estos proyectos sería para paliar las insuficiencias del anterior, a no ser que nos demos cuenta de que esta ruta no tiene fin: seguiremos construyendo viaductos hasta que, como he ironizado en varias ocasiones, el segundo piso del Callejón del Aguacate se vuelva indispensable.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Garantías básicas para los ciudadanos

GARANTÍAS BÁSICAS PARA LOS CIUDADANOS (1ª parte)
Por José Alberto Márquez Salazar


El pasado 27 de agosto, el periódico El Universal difundió una noticia sobre los trabajos que realiza la Procuraduría Social del Distrito Federal para crear una ley “pro derecho ciudadano”. De acuerdo con la nota se trata de que “los ciudadanos puedan exigir el cumplimiento de solicitudes de bacheo, de información y de distintas cuestiones a las secretarías y delegaciones.”

En un país con un sistema de administración pública con mayor eficacia, las demandas de los ciudadanos en torno a los diferentes servicios públicos que prestan las administraciones locales serían menores debido a su probable atención constante. Es decir, una administración eficiente haría que todos los servicios funcionaran sin mayor problema por lo que solamente las eventualidades que pudiera haber serían objeto de demanda de los ciudadanos. Nuestro país aún no cuenta con sistemas de tal forma eficientes y con ciudadanos completamente preparados para realizar gestiones. De hecho la gestión pública se convirtió desde los setentas a la fecha en un objeto de proselitismo político. Primero fue el PRI quien puso en marcha a miles de gestores-operadores políticos que se encargaban de recoger las demandas, pasarlas al diputado en turno a los gobernantes en turno y ganar un voto. La transición democrática no trajo mejores vientos y a diestra y siniestra muchas administraciones siguen utilizándolo de la misma forma.

Ante el inmaduro aparato institucional que aún tenemos (el Presidencialismo acotado ha dejado mayor autonomía a Estados, Municipios y demás fórmulas de gobierno), la falta de respuesta de las autoridades y el desconocimiento de los ciudadanos para plantear una demanda, algunos estados de la República necesitan formular ordenamientos, quizá coyunturales o de vida corta, para poder recuperara la confianza que los ciudadanos han ido perdiendo en torno a las instituciones de gobierno.

Para nadie es extraña la imagen del ciudadano que, ventanilla tras ventanilla, trata de ser atendido sin lograr un resultado efectivo sobre el problema planteado. En algunos casos, ni siquiera conoce una respuesta sobre el asunto que lo llevó a enfrentar a una burocracia, en muchas ocasiones, sin vocación de servicio al público.

En algunos casos, como en el Distrito Federal, resulta curioso que mientras más autonomía administrativa adquiere y las oficinas de atención ciudadana aumentan, el número de ciudadanos que acuden a ellas baja porque consideran que es perder tiempo. La relación entre autoridades y habitantes se deterioró décadas atrás y reconstruirla es un proceso largo y difícil. En temas fundamentales, los mismos ciudadanos eluden participar y establecer la relación con las autoridades. Por ejemplo, algunos de los más importantes analistas en materia de seguridad pública, afirman que el índice inseguridad no puede medirse con precisión porque muchos ciudadanos ante el ilícito cometido en su contra optan por no presentar su denuncia para evitarse trámites engorrosos y malos tratos.

Lo cierto es que, justa o injustamente, el reclamo de los ciudadanos se fortalece frente a sus autoridades y es muy necesario generar los mecanismos que permitan restablecer esa confianza. No olvidemos que la administración pública, la función pública y de los servidores, solamente tiene referencia por la existencia de ciudadanos que con sus impuestos cubren los costos y con su voto eligen a los que consideran adecuados para administrar la cosa pública.

En el Distrito Federal, las dieciséis delegaciones políticas y las principales secretarias, incluida la oficina del Jefe de Gobierno, tienen oficinas dedicadas a la atención ciudadana; la Procuraduría Social es un organismo que, aún cuando no tiene rango de Secretaría, está encargada de realizar la principal función de la atención ciudadana; y, finalmente, en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal tenemos a un Comité de Atención, Orientación y Quejas Ciudadanas y cada diputado tiene un Módulo de Atención que encausa la demanda existente en su circunscripción. De hecho, al nacimiento de la Asamblea, como de Representantes, uno de sus principales objetivos fue el de la atención y gestión a los problemas planteados por los ciudadanos.

Mucha gente ve a la Procuraduría Social simplemente como un organismo encargado de atender las quejas de los “condóminos” o de mantener adecuadas la relación que hay en esas unidades de convivencia y habitación. Sin embargo, la Procuraduría Social ha sido dejada de lado porque parecería que su impacto en beneficio de los ciudadanos se convertiría en un boomerang que afectaría a las instituciones de gobierno. En suma, si se eficiente y se implementan mayores mecanismos para atender al ciudadano, su efecto podría politizarse.

Durante la pasada legislatura de la Asamblea Legislativa le plantee a algunos diputados la posibilidad de crear una Ley de Atención ciudadana que le brindará a los ciudadanos una garantía mínima de obtener una respuesta por parte de las autoridades a sus demandas planteadas. Sin embargo, como el tema parecía no ser de primera plana o de escándalo, la propuesta no tuvo mucho eco aunque “si era interesante” y podría ser utilizado políticamente para fortalecer a unos y afectar a otros políticos en turno.

La idea de que la propia Procuraduría Social presente la posibilidad de que los ciudadanos accedan a una garantía mínima resulta importante porque finalmente el interés ciudadano y de las instituciones siempre está por encima de las coyunturas políticas.

Tras saber la noticia contacté a la responsable del tema en la Procuraduría Social para poder contribuir a una iniciativa sumamente relevante que no debe quedar en el cajón. En siguientes artículos iré describiendo algunos temas sobre mi propuesta de Ley de Atención Ciudadana y una parte del corpus que sugiero tenga, así como sus beneficios y perjuicios.

El tema de la atención ciudadana –incluyendo sus instrumentos: la gestión, asesoría, orientación y queja- debe ser elevado, en el Distrito Federal, a la categoría de una ley, no solamente ser materia de reglamentos o facultades para algunas unidades administrativas.