El presidente Felipe Calderón emitió 3 mensajes en cadena nacional durante la semana. El primero de ellos fue para condenar el asesinato de Rodolfo Torre Cantú, candidato del PRI a la gubernatura de Tamaulipas; el segundo, para proponer una estrategia de Estado para el combate al crimen organizado, en vez de una estrategia de gobierno, como hasta ahora. El tercer mensaje fue, en la práctica, la anulación del segundo mensaje. No sé si como reacción a que el mensaje llamando a una estrategia de Estado fue interpretado como uno más de sus mil discursos repetitivos pero vacíos, o por simple oportunismo, el presidente quiso comunicarnos que su gobierno no va tan mal, se han creado 513 mil empleos formales en lo que va del año. El problema en sí es que no se puede llamar a una estrategia de Estado sin renunciar a algo: no se puede llamar a una estrategia de Estado 5 días antes de las elecciones estatales, y 3 días antes dar un mensaje electorero que se mete en la campaña y que de paso podría terminar afectando a los pocos candidatos ganadores del presidente cuando el PRI los impugne, tal como ocurrió con su propia elección en 2006, cuando Vicente Fox terminó metiéndose de lleno en el proceso electoral.
La situación actual me recuerda la pérdida de California y Texas: mientras había que defender la patria, los pleitos intestinos debilitaban cualquier posibilidad de defensa unificada. A más de 150 años de tales hechos, tenemos claro que el culpable no fue sólo ese personaje jocoso Antonio López de Santa Anna, sino la división que predominaba entre los mexicanos.
¿Tenemos solución? Los pesimistas siempre tendrán más probabilidades de probar sus teorías que los optimistas, quienes por lo general sólo tienen una oportunidad decisiva en el largo plazo, sin embargo no tenemos otra alternativa que inclinarnos por el optimismo cualquiera que sean los tiempos. El tema es cómo los optimistas podemos tener la razón.
En la secuencia de hechos, en la recta final de las campañas aparecen audios obtenidos de manera ilegal que prueban la intromisión de tres gobernadores en los procesos electorales de sus estados, Oaxaca, Puebla y Veracruz. El PRI jamás reconoce culpa alguna y por arte de magia ocurre la tragedia (las conjeturas que hagan no son mías). Rodolfo Torre se lleva los delitos electorales de Fidel, Ulises y Marín. El PRI se unifica en torno a Beatriz Paredes quien saca su espada y acusa al presidente de enrarecer el ambiente. Supongo que los personajes en cuestión serán juzgados cuando terminen sus gobiernos. Al final hay tres actores que son probadamente deshonestos: el presidente (por tratar de cargar los dados), el PAN (por las grabaciones ilegales) y el PRI (por los delitos electorales).
¿Alguien aquí ha sacrificado algo por un bien superior? Para que tengamos una respuesta del Estado a los problemas, sobre todo al de violencia, tendríamos que tener un sacrificio ejemplar de todos los actores. Al menos de los actores mencionados no lo hemos tenido y tampoco vemos que haya mucha disposición. El PRD manifestó mayor disposición y el grupo anti-Calderonista radical (es decir, los políticos en torno a Andrés López Obrador) difícilmente será de los primeros en realizar el sacrificio ejemplar, pues en el fondo ellos han participado activamente en el debilitamiento de Felipe Calderón y su gobierno (en buena medida, si Felipe Calderón se refugió en las mafias políticas fue no sólo por los pactos hechos durante el periodo electoral, que fueron muchos, sino también porque el cuestionamiento a su gobierno por la extrema izquierda lo arrinconó).
¿Y como ciudadanos, estamos dispuestos a hacer un sacrificio? Sin creer, definitivamente no. Los ciudadanos podemos hacer muchos sacrificios, podemos renunciar temporalmente a ciertas garantías individuales si esto garantizara que estaremos mejor al término de ese periodo; podemos ser menos chillones, menos criticones, menos apáticos, si sabemos que nuestro silencio, nuestro estoicismo, recibirá como premio un mejor país. Sabemos que eso no va a ocurrir en un primer momento. Los inocentes que mueran en el fuego cruzado seguirán siendo acusados de pandilleros, sicarios y narcotraficantes. La preferencia la seguirá teniendo el que grite más fuerte y no el ciudadano más disciplinado.
Lo que nuestra sociedad requiere es precisamente el sacrificio ejemplar, un sacrificio único en el que todos los actores cedan lo que tengan que ceder para un Estado mejor. Eso incluye individuos, organizaciones, partidos, gobiernos. Nadie está en la posición de un sacrificio ejemplar en este momento, pero sí podemos ir hacia allá, si construimos el tendido social para ello.
Hace unos meses hablé de mi propuesta para Ciudad Juárez: que los partidos fueran juntos apoyando una planilla única compuesta por personas ejemplares y no cuotas de partido. El sacrificio ejemplar que espero de los políticos va en ese sentido. El sacrificio ejemplar que tendríamos que hacer los ciudadanos es prepararnos para un momento posterior decisivo. Pasa por tratar de ser mejores cada día, pero si no siempre se puede, es simplemente pensar que un día será posible y prepararnos para ese momento, para ser parte de ese grupo de ciudadanos ejemplares que pueda dar la cara en el momento preciso. Así han sido todas las transiciones en el fondo. Chile evolucionó durante 15 años de dictadura hasta el plebiscito.
Es un tanto desmotivante que cuando esperábamos una transición concluida en 2000 resulta que esto sólo fue el comienzo de una transición hacia una cultura democrática. Puede ser que en 2012 vuelva el PRI al poder, puede ser que como la mayoría de los gobernadores priístas, el siguiente presidente utilice el poder con discrecionalidad en beneficio de su grupo político y de su partido. No obstante, el verdadero cambio tendrá que ser construido desde la ciudadanía.
Parte del sacrificio ejemplar será en el día a día. Yo creo en una ciudad con mejores herramientas de movilidad. Antes creía esto mismo pero encerrado en mi automóvil de 6 cilindros (por el que sin embargo pagaba sus bonos de carbón), ahora lo creo y lo defiendo usando casi diario el transporte público. Eso me hace más congruente. Ese es parte de mi sacrificio ejemplar. No pretendo ponerme en una montaña que me unja de honestidad para señalar a quienes no hagan el sacrificio ejemplar, pretendo ponerme en la condición básica que me dé derecho a reclamar mejores políticas de movilidad a mis gobiernos. No estoy moralmente encima de ningún ciudadano en general pero sí me siento moralmente superior a las instituciones en las que no creo. El ciudadano ejemplar es igual a los demás ciudadanos, pero es muy superior a los líderes de partido y de gobierno. Hacer mejor ciudad cada día nos fortalece como individuos de a pie; cuando el funcionario hace el mismo sacrificio se fortalece también. Cuando lo hagamos todos, el sacrificio ejemplar trasciende en una mejor sociedad, se arraiga y deja de ser un sacrificio para ser una forma de convivencia.
Al final del proceso veo al ciudadano ejemplar consolidando el verdadero cambio, sin necesidad de que gritemos con humildad No nos falles a un hombre que termine fallando. Por el contrario, el No nos falles será un grito mucho más fuerte y mucho más discreto, y sólo así tendrán la presión moral para no fallarnos.
lunes, 5 de julio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario