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jueves, 1 de julio de 2010

El presidente que está perdido

Por José Alberto Márquez Salazar


El 1 de diciembre del 2006, cuando Felipe Calderón tomó posesión como presidente de la República mexicana, el Partido Revolucionario Institucional allanó su toma de protesta en el Congreso de la Unión. Mientras las fuerzas agrupadas en la Alianza por el Bien de Todos, con la segunda mayoría en la Cámara de Diputados, lo declaró como ilegitimo, el PRI le dio legitimidad. Entonces, el PRI argumentó la necesidad de la vida institucional. No era de adivinos predecir que esa legitimación le costaría mucho capital político al Partido Acción Nacional y al Ejecutivo Federal.

Dos años de encuentros entre el PAN y el PRI se rompieron cuando un dirigente de aquel prometió y luego desconoció acuerdos para no realizar ningún tipo de alianza o coalición con el Partido de la Revolución Democrática. El divorcio era anunciado en ese diciembre de 2009 porque la división y disminución electoral de la Alianza por el Bien de Todos dejó al PRI como la única fuerza capaz de competir en el 2012 con el candidato del PAN. Quizá por eso la aritmética menor que el líder del PAN busca hacer: sumar fuerza para impedir que el PRI regrese al gobierno de la República, sin importar con quién o para qué.

El asesinato del candidato del PRI al gobierno del Estado de Tamaulipas ha formalizado la ruptura. Mientras el presidente tiende la mano para que las fuerzas políticas se integren en un Frente contra la delincuencia, el PRI, en voz de Beatriz Paredes, afirmó: “siempre hemos estado dispuestos a dialogar, pero con liderazgos legítimos y no fruto del oportunismo, que bregan en la borrasca de aguas tormentosas para ver si recomponen sus posicionamientos, cuando ha sido precisamente la irresponsabilidad y el cortoplacismo, el querer ganar a cualquier costo, lo que ha enturbiado el debate y envilecido a la política.” El mensaje no tiene más interpretaciones. Le están recordando un servicio prestado y advirtiéndole que ahora el trabajo conjunto está muerto. Además, la referencia tiene que ver con el trabajo sucio realizado por Cesar Nava al exhibir las grabaciones donde el gobernador del Estado de Veracruz, Fidel Herrera, sin miramientos ejerce los recursos públicos del Estado para apoyar a los candidatos del PRI.

El 2012 ya está aquí y al presidente de la República se le cae su principal responsabilidad: la seguridad pública. Empeñado como está en corresponder a las demandas de nuestros vecinos del norte, inició una guerra contra el narcotráfico definiéndola como ineludible, como necesaria y absolutamente responsable pues antes no se había hecho nada. La guerra de los cárteles por el control de los territorios lo ha rebasado, lo ha dejado de lado, porque aún cuando algunas autoridades buscan “administrarlos”, estos avanzan en territorio e instituciones. De hecho, en algunos Estados

La convocatoria realizada esta semana para formar un frente común contra la delincuencia llega tarde y a destiempo. Una de las mayores virtudes de los políticos es aprovechar las oportunidades. Buscando mitigar la respuesta política del PRI, por los hechos de sangre, no responsabilidad inmediata del Ejecutivo, el presidente creyó importante convocarlos a discutir y analizar la estrategia contra el crimen organizado. Cuatro años han pasado desde el inicio de su gobierno y los niveles de violencia se han incrementado. Lejos de que los cárteles hayan sido fracturados, su presencia ahora es más visible y la impunidad con la que se manejan es evidente.

Si el presidente quería ubicar a la delincuencia organizada como el enemigo por el cual las fuerzas políticas dejarán de lado las diferencias ideológicas y se sumarán a su convocatoria, está arando en un terreno estéril. No es la actual clase política la capacitada y dispuesta a dejar de lado las riñas y San Benitos, a dejar sus intereses y ocupaciones, para responder a una demanda ciudadana.

La dirigente del PRI responde bien al oportunismo de un Ejecutivo que navega en las aguas de la incertidumbre y sinsentido, sino es que se encuentra perdido, pero lo hace colocada en la posición que el PRI no ha dejado atrás: la de un viejo régimen que se resiste a morir y que hoy, más que hace unos cinco años, ha retomado su viejo papel clientelar y caciquil en los Estados de la República para fortalecerse rumbo al 2012. No tiene un discurso renovador, sus viejos trucos siguen dándole resultado porque del otro lado no han sido capaces de construir nuevas formas y estilos. En suma, ofrecen un retroceso.

El PRI de Beatriz Paredes cree asegurada la contienda electoral del 2012 y por eso se da el lujo de calificar el oportunismo del presidente de la República, pero lo hace desde el más alto y digno oportunismo y chantaje mediático. Lo hace escabullendo el bulto de responsabilidad que tiene el gobernador de Tamaulipas, que, curiosamente, es digno representante del PRI. ¿A quién debe responderle el gobernadora sobre su obligación para cuidar de su Estado y a sus ciudadanos?

En estos asuntos de la seguridad pública de los ciudadanos, todas las fuerzas políticas tiran piedras a la desafortunada estrategia de Felipe Calderón, pero nada dicen del control que ellos tienen en sus Estados, de las omisiones que tienen en el Congreso de la Unión y de la forma en que algunos integrantes de los partidos políticos financian y deciden las campañas políticas gracias a los recursos de la delincuencia organizada. Greg Sánchez tiene en su haber una lista completa de presuntos ilícitos, pero fue designado por la cúpula del PRD para disputar la contienda por la gubernatura. El silencio del PRD ahora es evidente porque parece que ya olvidamos ese tema y hay que buscar en los tropiezos del Ejecutivo Federal mejores caminos.

Malos tiempos para la República cuando su clase política sigue preocupada por los avatares de sus personajes y no por el sentir del ciudadano que anda en la calle. En todo esto, la comedia política mexicana es un mal remedo para celebrar los aniversarios independentistas y revolucionarios. Quizá lo que quieren es que un grupo despistado y exento de la básica idea política busque en la revolución y la violencia un cambio y con eso inaugure una nueva celebración nacional para cien años adelante.

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