Con aparente discriminación, el diputado (emanado de mi distrito, por cierto, bajo el nuevo principio de primera minoría) Sergio Eguren acusó que permitir los matrimonios homosexuales llevaría a convertir la ciudad en "la jaula de las locas". Coincidentemente, desde mi ventana, se alcanza a leer el nombre de una estética que se halla en contraesquina de mi casa: La jaula de las locas. La frase, hoy día, lo que menos evoca es la película de Edouard Molinaro. Es simplemente un símbolo que dicho desde dentro (es decir, entre los homosexuales) no es discriminatorio, como por ejemplo tampoco lo es entre los afroamericanos de Estados Unidos llamarse "nigger" pero sí cuando alguien que no lo es utiliza las expresiones malditas.
¿Puede una legislación llevarnos a una Sodoma y Gomorra o a una "Jaula de las locas"? Sin duda no, pero sí puede llevarnos a un ejercicio de libertades al que no estamos acostumbrados y a veces no sabemos cómo reaccionar. Hace unas semanas en el metro Tacubaya había dos chicos sentados en el piso. Al momento de abordar el tren veo que uno de ellos abraza al otro, le da un beso en la boca. La puerta del tren se cierra y yo me alejo del lugar con la imagen en la cabeza. La semana pasada algo similar: mientras estoy en la terraza de una cafetería en la calle de Génova, llegan 3 chicos "amanerados", uno de ellos se recarga en el otro y lo empieza a besar con la misma curiosidad que yo puedo aún recordar de mis primeros besos adolescentes con chavas de mi edad. De nuevo, sé que tienen todo el derecho de hacerlo, pero mi caso -y seguro el de miles de personas más- es más que de intolerancia es de interpelación ante lo extraño: me eduqué en colegios maristas, de varones, y así como en su momento se me dificultó la convivencia con las mujeres, hoy los comentarios peyorativos respecto a la homosexualidad, tanto de compañeros como de maestros, quizá en más de un caso con hipocresía de clóset, contrastan con un esfuerzo que no debería de ser tal: debo ser tolerante.
Un país católico en donde los curas han utilizado el púlpito no sólo para teologizar sino para politizar (hacia cualquier lado), los dogmas de la fe tratan de mezclarse con el quehacer ciudadano. Malamente, por cierto. La iglesia que demanda "celibato" tanto a sus sacerdotes como a los homosexuales, se ha visto envuelta, en México y el mundo, en escándalos por tratar de ocultar lo inocultable: la extrema prohibición a la actividad sexual lleva a algunos curas no sólo al natural delirio de la excitación sexual -que todos podemos padecer en un momento dado-, sino a transformar ese delirio en un daño permanente a otras personas, hombres o mujeres. No son todos, ni siquiera la mayoría, son quizá una pequeña minoría de religiosos, pero de vez en vez han saltado los casos a las primeras planas y no se ha visto el esfuerzo de la iglesia por combatir los abusos, sino una acción orquestada para defender u ocultar a los involucrados como si estuvieran protegiendo un bien superior (sic) siendo que es justo el Bien Superior (sic) el que queda afectado por su acción.
En este marco es cuando la sociedad se enfrenta en sólo una semana a tres cuestiones polémicas:
-Aborto
-Eutanasia
-Matrimonio homosexual
No es algo en donde nos podamos poner de acuerdo. Manifestarme aquí, en uno u otro sentido, conllevaría a cuestionamientos en el opuesto. Lo que podemos hacer es fijar las bases de la discusión precisamente a partir de los extremos existentes:
Aborto:
-En contra. El mayor extremo es que el asunto no es discutible, puesto que la vida no es discutible y la vida comienza al momento de la concepción.
-A favor. El mayor extremo es que el asunto no es discutible, puesto que se trata de un derecho humano a decidir qué hacer con nuestro propio cuerpo.
En ambos casos nos topamos con posiciones intermedias partidarias de una consulta pública. Consulta que, habiéndose reunido las firmas necesarias, se negó la Asamblea Legislativa a convocar. El problema se complica porque quienes más defienden el derecho humano a abortar son profesionistas y quien esté en el extremo opuesto también, pero con la lamentable diferencia de tener una triste caricatura de la razón: Provida, Jorge Serrano Limón y otros bufones pagados por la iglesia católica para seguirse metiendo en política. A quien menos interesa una discusión seria sobre el tema es a la cúpula católica. El tema es sólo un pretexto para participar en la política.
La reciente radicalización de las legislaciones antiaborto en Veracruz y otros estados en nada ayuda a la discusión. Es una reacción a la tolerancia aprobada en el Distrito Federal. Penar el aborto no genera persuasión, y de hecho transforma una posición respetable (que yo mismo comparto): la vida humana comienza al momento de la concepción, en una persecución de conciencia.
La discusión más democrática es que el asunto sea discutible en términos de permisividad o no, subsidio del estado a los abortos o no, mas no en términos de castigo ni de discriminación a quien se manifieste contra el aborto (pues esta discriminación existe).
Eutanasia:
La eutanasia pasiva ya existe en el Distrito Federal, ahora se pone a discusión la eutanasia activa, un poco como jugada política de su promotor más que como una defensa del derecho a la "muerte digna". A diferencia del aborto, en este tema, mientras exista "voluntad" del enfermo (como no la existe en el feto abortado), la discusión puede disociarse de las creencias religiosas más fácilmente. La convicción de que la vida inicia al momento de la concepción no sólo es religiosa, es también bioética; pero la convicción de que la muerte termina cuando Dios dispone es meramente religiosa. Además, siempre existe el suicidio como alternativa si la persona conserva los medios físicos para ejecutarlo (que discriminatoriamente se le llama "la puerta falsa", como si quien así lo llama se ubicara necesariamente en una puerta correcta).
Por tanto, el asunto, discutible o no, que por supuesto es discutible, tiene alcances que sobrepasan la discusión: muchos recordamos la sorpresiva muerte de Gregorio Seltzer saltando de una ventana, dejando detrás los dolores de una metástasis terminal. Se podrá penar la eutanasia, pero en muchos casos se sobreseerá el delito por muerte del delincuente y en los otros tratará de perseguirse a quien lo asista, igualmente que el aborto, pues puede más el amor al ser querido que la convicción de que el sufrimiento es un paso, purificador tal vez, hacia la muerte que reproduce el propio sufrimiento de Cristo.
Matrimonio homosexual:
Aquí entran los juicios de valor, y de allí que Sergio Eguren hablara de la jaula de las locas. Ser homosexual es para unos una deformación y pero en realidad es una forma distinta de ser. Nos falta entrenamiento a algunos para convivir con homosexuales. Nos interpelan las expresiones homosexuales todavía. Pero no podemos concluir que la familia o el matrimonio se forman sólo por hombre y mujer desde una visión cívica. Crecimos con la idea de que así es, pero esto no puede ser limitante, como tampoco lo será, en su momento, el derecho a la adopción. Le asignamos tal vez prejuicios, pero si consideramos la igualdad del hombre y la mujer, puede haber matrimonio entre dos personas del mismo sexo, y si los consideramos iguales a los matrimonios de distinto sexo, entonces tenemos que conceder el derecho a la adopción. Aquí nos podremos empantanar, pero una lógica de defensa de las garantías individuales, sin juicios de valor, necesariamente nos lleva a estos derechos. Claro que podemos pensar muchas cosas respecto a la familia, los hijos adoptados por homosexuales, la convivencia social, etc. e incluso podemos ir a la evidencia empírica -que entiendo tiene ejemplos a favor de ambas posiciones- pero si dejamos a un lado el dogma, la validez de los matrimonios homosexuales y el derecho a la adopción por parejas homosexuales, se vuelven una consecuencia de la civilidad.
Ahora bien, qué creo que va a pasar. El DF está siendo "vanguardia" (la palabra conlleva un juicio de valor) en estos temas. Poco a poco la discusión, quiero decir, la verdadera discusión (no el mayoriteo), irá replicándose en los estados. Tal vez pasen algunos años aún, pero me resulta obvio que más estados se sumarán al DF en estos temas. Al cabo de 100 años o muy probablemente mucho antes, en todo el país se aceptarán los matrimonios homosexuales, la eutanasia activa y pasiva y el aborto será legal. Estoy conciente de que poniéndome del lado conservador la lucha está perdida. Y en ese sentido, un argumento que resuena es que una vez aprobado el aborto, la delincuencia disminuye 15 o 20 años después; sin embargo, si aprobáramos la matazón de niños de la calle y drogadictos tendríamos resultados en menor tiempo: estoy utilizando un argumento verdaderamente grotesco, pero así nos parece a algunos el argumento del aborto y la delincuencia.
No obstante, y pensando que la vida comienza con la concepción, habría que despenalizar el aborto sin permitirlo, pues la penalización más que castigar el homicidio que unos vemos, se convierte en un crimen de conciencia para quienes no lo ven así; esta despenalización se vuelve base para la discusión y para asumir que tarde o temprano las mayorías lo habrán de legalizar. Hoy, tres años después de aprobada la legislación del DF, el plebiscito que se negó entonces terminaría siendo dominado ya por los partidarios de la legalización.
La bioética, que entiendo también tiene posiciones discrepantes, se divide entonces y para unos hay un momento absoluto de inicio de la vida humana y para los otros sería ¿poco a poco? ¿a las 12 semanas? ¿12 semanas y un día? Esto dejará de ser relevante, la discusión será meramente cívica y de allí que sea más importante sentar las bases de una discusión cívica en la que muy a pesar de unos no se puede condenar a quien piense diferente en un tema en el que sea cual sea la posición, siempre hay vidas humanas afectadas.
lunes, 23 de noviembre de 2009
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2 comentarios:
Creo que en general tus comentarios son muy buenos, sin embargo creo que hacen falta definir y/o aclarar ciertas cuestiones.
Cuando se habla de tolerancia, se presupone que todos debemos de tener el mismo concepto de tolerancia, que la debemos de aplicar de la misma manera, concepto creo yo, que va contra la misma definición de tolerancia. ¿Por qué debemos de aceptar comportamientos sexuales diversos, pero no reacciones diversas a los mismos? No estoy hablando de reacciones homofóbicas que tengan que ser aceptadas, pero de ahí a que todos tengamos que reaccionar de la misma manera para que aquellos que son "diferentes" no se sientan ofendidos, hay un mundo de diferencia.
Respecto al aborto, yo siempre me he preguntado, ¿qué parte de su cuerpo es sobre el que están decidiendo quienes abortan?, a quienes hacen pedacitos es a los fetos, cuyo mayor delito es estar ocupando un espacio que no es propio (y que no pidieron), ¿qué parte de su cuerpo están perdiendo al abortar?, ¿es sobre su cuerpo sobre el que están decidiendo?.
Sobre la eutanasia, creo que es un tema difícil de abordar para todos aquellos que no tenemos un motivo para querer dejar voluntariamente esta vida, sin embargo, me hago el cuestionamiento de que al estar en una situación de desahucio médico, ¿estamos en una posición psicológicamente aceptable para tomar esa decisión?.
Por último, un comentario que abarcará casi todos los temas anteriores. ¿No es éste un asunto clientelar lo que manejan los diputados? ¿pagando votos recibidos?. Se han manejado los derechos de los homosexuales al matrimonio, y a largo plazo a la adopción. Se ha manejado el derecho al aborto, a la eutanasia.
De hecho se han estado creando leyes para hacer realidad estos "derechos", hay presupuesto para algunos de ellos. Pero lo que todo el mundo prefiere no ver, probablemente porque estamos tan acostumbrados a esas historias reales de terror, que las consideramos absolutamente normales. El estado aun no es capaz de garantizar la integridad física de una mujer dentro del matrimonio, o incluso fuera de él cuando ha logrado el divorcio, pero pretende extender este derecho a los homosexuales. El estado no tiene ni la capacidad, ni la sensibilidad, ni el interés de darles un hogar a una cantidad inimaginable de niños que se encuentran en casas hogar por todo el país, poniendo una cantidad increíble (además de ser absurdos en su mayoría) de requisitos a las personas que quieren adoptar un niño. El estado no es capaz de quitarle la patria potestad a los padres que golpean, explotan e incluso violan a sus hijos, porque las leyes no son lo suficientemente claras, expeditas y libres de corrupción. ¿qué pasa con los derechos de esos niños?, ¿con los derechos de los padres que no pueden adoptar?.
¿Deben de hacerse a un lado porque los homosexuales gritan más fuerte?, ¿por qué los niños no representan votos?.
El Estado mexicano aun no es capaz de proporcionarle en toda su amplitud el derecho a la vida a la salud y a la vida a quienes apuesten por ella, los argumentos son que "los sistemas de salud están a punto de colapsar", ¿por qué?, por la mala administración del gobierno durante los últimos 80 años, el IMSS y otras instituciones se volvieron su caja chica. El estado no es capaz de proporcionar ese derecho, pero si tiene derecho a proporcionar servicios de muerte en LOS MISMOS HOSPITALES en los que no puede proporcionar servicios de vida y salud. ¿Entonces, hay dinero o no lo hay? la muerte, llámese aborto o eutanasia, es más importante (tal vez más barato habría que decir) que la vida misma.
No pretendo tener la razón absoluta, pero si me llaman mucho la atención esas que yo llamo incongruencias.
Lo que traté de hacer en el artículo fue separar la creencia religiosa de la convicción cívica. No podemos anteponer el gasto público para una cirugía de cambio de sexo a un tratamiendo de cáncer, sin embargo, hay planteamientos en el sentido de que los hermafroditas puedan tener una operación gratuita. ¿Se debe o no pagar? En un caso está en riesgo la vida, y en otro una vida satisfactoria (sin embargo el hecho de que el Estado no pague esa operación no obsta para que quien nació bisexuado alcance su vida plena bajo su propio gasto).
No creo que sea el mismo caso el de la eutanasia, porque una muerte anticipada conlleva ahorros al sistema de salud.
En cualquier caso, no podemos soslayar las obligaciones del Estado: es decir, que en un momento dado sí hay obligaciones específicas hacia los hermafroditas o hacia los enfermos terminales, y no porque haya también obligaciones insatisfechas en enfermedades relativamente simples y curables como la disentería o la neumonía podemos obligar las otras obligaciones. De hecho, esa lógica nos tendría que llevar a cancelar los recursos a la medicina de tercer nivel, hasta no satisfacer las necesidades de primer nivel, pues el tratamiento de un solo paciente de tercer nivel alcanzaría para salvar más de 100 personas de las enfermedades más simples. Por eso es que no podemos anteponer juicios de valor en estos temas, aunque claro, no es fácil.
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