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lunes, 21 de febrero de 2011

Gobernando para quién

La semana pasada el presidente Felipe Calderón decretó la deducibilidad de impuestos de los gastos en educación. La decisión es polémica, no la comparto, pero está basada por un lado en un postulado claramente ideológico por parte de un gobierno emanado de Acción Nacional, además de que se asume que todos tenemos derecho a recibir apoyo para la educación y no solamente los más pobres. Los impactos de esta medida son, a mi juicio y el de muchos, desastrosos. Los beneficiarios de la deducibilidad de la educación privada están básicamente concentrados en el 20% más rico de la población y, como señalaron varios comentaristas citando a Albert Hirschman (Exit, voice and loyalty, un texto que no he leído, razón por la cual sólo mencionaré respecto a lo que he leído al respecto): si la clase media sale de la educación pública, entonces no hay motor de transformación de la educación pública.

¿Quién puede generar las transformaciones en México? Generalmente es la clase media la que puede llegar a generar las transformaciones. La democracia, por ejemplo, se logró por presiones de la clase media, no de los ricos que simpatizaban con el PRI por lo general, ni de los más pobres que también iban hacia ese partido, más que por convicción por corporativismo. Fue entonces que la clase media empujó la transformación democrática del país. Creo que la apertura económica pasó también por presiones de la clase media que demandaba una mayor oferta de bienes y servicios, mientras que la clase alta ya tenía acceso a ellos.

En el caso del transporte veo un fenómeno parecido al de la educación y esa es la razón por la que toco el tema. El transporte en el Distrito Federal recibe altos subsidios. El Sistema de Transporte Colectivo Metro ha recibido entre 2007 y 2009, casi 14 mil millones de pesos, unos 4500 millones anuales. ¿Quienes son los beneficiarios de este subsidio? En general no han sido ni los más ricos, que no usan este servicio, ni los más pobres, que no tienen estaciones cerca por lo que terminan utilizando a menudo mezclas modales que no incluyen el metro o lo incluyen en una menor proporción del viaje.

Cuando Marcelo Ebrard decide cancelar proyectos de Metrobús como el tramo San Lázaro - Vaqueritos, o proponer un metrobús light para Periférico, pero al mismo tiempo licitar segundos pisos, económicamente está optando por hacer que una de sus principales acciones en materia de transporte y vialidad esté dirigida a los más ricos.

La decisión de deducir las colegiaturas beneficia a los más ricos. La decisión de construir autopistas urbanas beneficia a los más ricos. ¿Dónde quedan los más pobres? En el caso de la educación que está claro no tendrán más alternativa que seguir sometidos a la charlatanería educativa en la que vivimos. ¡Viva Elba Esther Gordillo y Muera Jaime Torres Bodet! El ingreso fiscal que se pierda por la deducibilidad no será aplicado a los más pobres. Eso es una decisión de élites.

En el caso del transporte público, la decisión de Ebrard no es menos elitista que la de Calderón. Para los más pobres se actúa con demagogia y se mantienen una tarifa que no paga el costo de operación del metro, trolebús, tren ligero o RTP, so pretexto de llegar a los más pobres. Sin embargo, el subsidio no llega a los más pobres y se termina beneficiando a un grupo económico que podría pagar un poco más por el transporte. El resultado de la carga financiara termina perjudicando a los más pobres con la cancelación de proyectos de inversión.

Tanto la deducibilidad de las colegiaturas como el elevado subsidio al transporte público tienen un discurso ideológico congruente con los partidos que lo sustentan. En el caso educativo se trata de una demanda del PAN, en el caso de las tarifas, con el PRD.

La buena educación debe ser para todos, y no partir de que todos tienen derecho a un subsidio sino todos tienen derecho a una educación de calidad. Repruebo entonces la iniciativa de Calderón porque no eleva la calidad de la educación pública, más puede cooperar a su deterioro.

Ocurre lo mismo con las autopistas urbanas. Los que podrían pagar servicios de transporte más caros tienen incentivos para usar el automóvil. Para los ricos doy opciones que supongo superiores, para el resto de la población voy avanzando a menor velocidad que el incremento en la demanda y como resultado siempre tenemos un mal transporte, así surjan servicios como el metrobús o el tren suburbano. Como alternativa tendría que reducirse el subsidio generalizado a la tarifa y buscar mecanismos para que sólo los más pobres recibieran el subsidio en el transporte, y crear servicios que la población más pudiente pudiera contratar para el transporte público en vez de seguirles premiando servicios tan poco cooperativos como el automóvil.

Al final de cuentas, me queda claro que Marcelo Ebrard no tiene cómo criticar a Felipe Calderón por su decisión elitista de apoyar al 20% más rico con la deducibilidad de la educación privada ... él también está poniendo su corazón en quedar bien con ese segmento de la población al que ambos ven como el más influyente en el electorado.

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