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lunes, 15 de noviembre de 2010

Por mi auto hablará el espíritu

Este fin de semana subió la gasolina nuevamente. Han sido en los últimos meses pequeños aumentos que si bien están por encima de la inflación, no están arriba de los incrementos del precio de la gasolina en los mercados internacionales. En realidad en la política de precios de la gasolina observo un esfuerzo por reducir su subsidio (sí, la gasolina está subsidiada) sin afectar la inflación, y tratar de acercarse al precio esperado del combustible para los próximos años.

¿Estaríamos dispuestos a gravar la gasolina para apoyar el transporte público o la bicicleta? El jueves pasado hubo un recorrido 24 horas promoviendo que en el Presupuesto de Egresos de la Federación haya un fondo específicamente destinado a promover infraestructura ciclista. Hubo quienes soportaron las 24 horas dando vueltas a la Cámara de Diputados, otros tomaron la bicicleta por ratos. En varios congresos estatales se hizo lo mismo. Yo di tres vueltas al Congreso de Nuevo León el jueves por la noche.

Cada vez estoy más convencido de discutir los temas difíciles con la sociedad. ¿Estaríamos dispuestos a una discusión abierta sobre el precio de la gasolina? ¿Y a incluir gravámenes ecológicos a la gasolina? ¿Y la relación del auto y la persona?

Las ventas de combustibles por Pemex Refinación en 2009 fueron del orden de 140 mil millones de pesos. Casualmente el reclamo de presupuesto para la bicicleta es del 1% de esa cantidad (hasta donde sé, se llegó al estimado por otras vías, no dividiendo las ventas de combustible entre 100), por lo que un gravamen de 1% al precio de la gasolina satisfaría las demandas de corto plazo de fondeo de infraestructura ciclista.

Las necesidades no son las mismas en ciudades grandes que en pequeñas o en el campo. Sin embargo, la tendencia a la motorización sí lo es. Quien no tiene coche tiene que cargar encima con prejuicios en vez de gozar una sociedad que le da todas las facilidades para su movilidad.

En el Parque Fundidora se dan el lujo de cerrar la entrada más próxima al Metrorrey para la instalación de una feria, así que el humillado peatón debe caminar un espacio en el que la banqueta es de tierra, otro trecho obscuro, otro angosto, postes atravesados y finalmente entrar entre los coches y atravesar un gran estacionamiento que lo único que nos dice es: Por mi auto hablará el espíritu.

Donde el espíritu tendría que hablar por la raza ocurre exactamente lo mismo, en la Ciudad Universitaria del DF. Camiones de piso bajo dan servicio al estacionamiento del Estadio Olimpico y conectan con el resto de ciudad universitaria. Camiones altos y semichatos dan servicio a quienes llegan en metro. Tiempo atrás, la resistencia del Mosh y sus secuaces impidió que se cobrara el estacionamiento en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales; hoy día el movimiento del Pumabús se ve entorpecido en varios tramos llenos de automóviles estacionados al lado de la advertencia de Se usará grúa.

No se puede pensar la realidad sin automóvil mientras las mejores facilidades las encuentre el automóvil. Es cierto que el transporte público va lleno, es cierto que a veces es más lento, pero también es cierto que si va lento es porque tiene que lidiar con los automóviles. Esta semana iba en bicicleta por Insurgentes. Primero de ida, luego de regreso, vi autos dando vuelta a la izquierda hacia Nuevo León. Al emparejarme con ellos en la bicicleta los increpé, mientras el Metrobús se detenía gracias a su irresponsabilidad. Más adelante una patrulla logró detener a una chica en un Audi. Me burlé de ella, pero no tuve tiempo de cerciorarme de que la policía la enviara al corralón. Es probable que ello no haya sucedido.

Por mi auto hablará el espíritu, jamás por mi gente de a pie. Autos estacionados en las banquetas, en las rayas peatonales, estorbando la ciclovía, banquetas angostas al lado de vehículos que no se moverán todo el día. Esta sociedad necesita abrir la discusión de la relación entre la persona y el auto.

Por los humanos (mi raza y las demás, pues no comparto el nacismo del lema de la UNAM) hablará el espíritu.

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