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miércoles, 4 de julio de 2007

Los pilares de una transformación del Distrito Federal

Parece que la transformación de algunas ciudades latinoamericanas inició en dos ciudades brasileñas: Curitiba y Brasilia. El primer caso es por demás sorprendente, una ciudad muy europea, con decenas de edificios de cien metros de altura, una red de transporte muy eficiente y aún sin trenes subterráneos: el paraíso de las clases medias. El segundo es un caso demasiado caro, un lujo que nadie recomendaría a ningún país: una ciudad hecha a la medida, costosa pero con gran calidad de vida.
Los esfuerzos por tener ciudades sustentables en el tercer mundo llegan a Sao Paulo, a Buenos Aires y a otras megalópolis latinoamericanas. Bogotá se convierte en el ejemplo más destacado, al haber sido una ciudad afectada por los problemas de Colombia como el narcotráfico, la guerrilla, el terrorismo y el desorden. No de la noche a la mañana, pero sí con decisiones fuertes, Bogotá se ha transformado, para sorpresa de los propios bogotanos, en una ciudad sustentable.
Cientos de manzanas han sido expropiadas, para dar lugar a nuevos espacios públicos, parques, corredores de autobuses confinados, calles peatonales, etc. Otros espacios han sido rescatados y se han creado tranquilos pero concurridos centros de convivencia.
Sin analizar qué hicieron las ciudades mencionadas, y en particular Bogotá, me atrevo a adelantar en este artículo lo que me parece deberán ser los pilares de una transformación similar a la alcanzada por ellas, para la Ciudad de México. Estos pilares corresponden particularmente a las debilidades y amenazas que caracterizan a la capital mexicana, incluyendo la zona conurbada.
Problemas esenciales:
1. El conflicto político no deviene en soluciones completas, ni la política está sirviendo para transformar la vida de los capitalinos
2. Los recursos son limitados y las necesidades infinitas
3. Hay una tendencia natural al desorden: donde hay un ambulante mañana habrá cada vez más, donde hay un auto sobre la banqueta, mañana habrá el triple, donde hay un diablito mañana habrá una telaraña; esto en esencia representa la inexistencia del ciudadano, como concepto de individuo con derechos, obligaciones y un sistema elemental de convivencia con su entorno.
4. Las políticas incrementales son exhibidas como las grandes transformaciones, y combatidas por sus críticos con tal resistencia que inhiben las verdaderas transformaciones.
5. La distancia entre el hogar y el trabajo ha perdido toda proporción lógica y ha hecho de “el trayecto”, una de las esferas más importantes de la vida; los días de trabajo sólo son para trasladarse, trabajar, trasladarse y descansar; los días de descanso son también para trasladarse hacia mercados, centros comerciales, centrales camioneras y carreteras congestionados.
6. Los espacios verdes son desplazados por los grises

Un gobierno que realmente transforme la ciudad deberá:
1. Redefinir la política local hacia la solución de los problemas de los ciudadanos, identificando áreas susceptibles de profesionalizar, inventariando las soluciones demandadas, armonizando en las demarcaciones el dilema entre poder delegado y poder emanado con un sistema de pagos entre el poder central y las delegaciones que premie la pronta atención.
2. Establecer un sistema fiscal mucho más agresivo en favor de la ciudad que en el largo plazo quintuplique, en términos reales, el presupuesto por ciudadano en el Distrito Federal y lo iguale en la zona conurbada.
3. Fijar reglas básicas de convivencia entre los habitantes de la ciudad, definiendo prioridades, y una ruta paso a paso, para la recuperación de conceptos cívicos que prevalecen en otras ciudades del país; desde luego que esto incluye una mejor relación autoridad–ciudadano, en todos los puntos en los que ambos se encuentran.
4. Definir los grandes cambios que requiere la ciudad para su transformación; establecer consensos, eventualmente a través de la figura del referéndum; y fijar etapas en las que se dé la transformación independientemente de quiénes estén al frente del Distrito Federal, el Estado de México y los municipios conurbados.
5. Enfocar los esfuerzos prácticos en dos direcciones: la generación de empleo en los municipios y delegaciones eminentemente habitacionales para reducir traslados; y la articulación de redes de transporte que establezcan límites de tiempo para el traslado desde la periferia hacia el centro, y de extremo a extremo de la metrópoli.
6. Recuperar espacios verdes mediante expropiaciones sucesivas en los límites de la ciudad, así como en núcleos regionales en donde más se carezca de ellos.

Temas como la educación, la salud, el desarrollo social, son sin duda importantes, pero ninguno capaz de transformar la vida de los capitalinos, ni siquiera de los más pobres, si no están acompañadas de estos dos elementos: empleo y traslados breves.
Nada de lo que han hecho los últimos gobernantes de la capital, aún suponiendo que continuaran por décadas, nos llevaría a la transformación de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, por una razón muy simple: esta ciudad nunca ha tenido un proyecto propio, que construya su propia visión de ciudad, ciudadano, habitante, metrópoli, megalópolis y sobre todo “megalopolitante”, es decir, el habitante de las megalópolis, del que hablaremos en otra ocasión.
Roberto Remes Tello de Meneses

2 comentarios:

Roberto Remes Tello de Meneses dijo...

Tres años después mi pensamiento sigue madurando. Creo que la educación juega un rol más importante del que consideré hace 3 años. Todos estos conceptos, que siguen vigentes, deben llegar a los ciudadanos por medio de la educación para cambiar los hábitos que hoy nos tienen en una ruta degenerativa.

Roberto Remes Tello de Meneses dijo...

Y ahora no hablaría también de la calidad de vida en Brasilia.