Entra en un vagón del metro un hombre y comienza a cantar, sin música de fondo. Su canto da lástima. Ese es tal vez el objetivo. Condolernos y entregar alguna moneda. Simple sobrevivencia.
En las afueras de los restaurantes con terraza ocurre lo mismo. Se acerca un cantante tras otro, unos buenos y otros muy malos. Siempre hay quien les da.
Las estatuas humanas se han puesto de moda. Hay quienes se maquillan muy bien y quienes se maquillan muy mal. ¿Hay que darles una moneda por el solo hecho de que se paren allí, de que toquen un instrumento, de que canten desafinados o afinados?
Hay ciudades, sin embargo, en donde quienes tocan, actúan o bailan en la vía pública o en el metro, quienes cantan cerca de los restaurantes y bares al aire libre, quienes hacen de estatuas humanas se esmeran y no acuden a dar lástima, sino que realmente dan un espectáculo que genere placer.
Uno puede entender la necesidad de sobrevivencia de esas personas, pero sin duda no es esa la ruta de la superación de su pobreza. Seguro son cientos o miles de personas las que viven de dar lástima. Tragan fuego, se ponen una máscara de Carlos Salinas y unos globos y se consideran merecedores de unas monedas. Son merecedores de vida, de desarrollo, de justicia social, de oportunidades ... pero no de unas monedas.
Estado y sociedad deben trabajar en varios sentidos y esencialmente dos vertientes:
1. Fortalecer el espacio público con los artistas urbanos.
2. Superar la pobreza.
La parte de fortalecer el espacio público se puede lograr con muchas ideas, con el involucramiento de artistas urbanos que ya existen, que hacen cosas de calidad en sus colonias, por su cuenta o a través de casas de la cultura, de iglesias, de colectivos culturales, etc.
Las estaciones del metro podrían ser foros abiertos, además de las plazas públicas (algo de eso sucede ya, pero podríamos sistematizarlo en zonas distintas al centro de la ciudad o Coyoacan, que es donde más sucede), cuando el espacio así lo permita, para difundir el talento de estos artistas urbanos y estimular el esfuerzo. Hay quienes sin duda nacen con talento pero no lo desarrollan por no ser adecuadamente conducidos pero también por no tener el incentivo para la disciplina. Se trata de poner a los artistas urbanos donde pasa la gente y permitirles no sólo tocar sino recibir aportaciones voluntarias, como los que hoy invocan a la lástima más que al gusto cuando cantan en los vagones. Es decir, hablo de mejorar la calidad y fomentar que todos estemos mejor y que el dar una moneda sea más por gusto que por compasión.
El tema de la pobreza es mucho más complejo, pero me parece que quienes para sobrevivir acuden pidiendo limosna o cantando tristemente una canción, mostrando su pobreza o sus discapacidades, además de que no resuelven su condición de pobreza, se meten ellos y sus vástagos en un círculo vicioso del que no podrán salir. Estirar la mano y recibir un premio (una moneda) es mejor que esforzarse y recibir un castigo (no hay vacantes), cuando justo el esfuerzo tendría que ser recompensado y la mendicidad superada.
No digo que se prohiba que una persona se pare en un vagón del metro, cante y pida dinero. Lo que propongo es que quienes lo hagan encuentren oportunidades que pronto los saquen de ahí, es decir, que los programas sociales lleguen hasta ellos, los inviten a capacitarse (si tienen talento, en eso mismo; y si no, en algo que sí le sirva a la sociedad) y que los hagan sentirse y ser útiles a la sociedad. Hagamos de ese momento de lástima la transformación al momento desarrollo de la persona.
lunes, 7 de septiembre de 2009
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